martes, diciembre 14, 2010

30 días: Día 11 - Una persona muerta con quien desearía conversar

En 6o de primaria me dejaron un ejercicio de composición similar a éste de los 30 días, pero fue un escrito nada más y era una carta para alguien a quien quisiéramos decir algo especial. Yo elegí a un muerto: mi tío Antonio Reynoso Delmotte, quien murió cuando yo era un bebé. En esa carta le decía que me hubiera encantado conocerlo, que por las historias que me cuentan era un hombre adorable y un tío maravilloso. Que es una lástima no poder regresar en el tiempo y advertirle que el alcohol en exceso no deja nada bueno. Todavía leo esa cartita y suscribo sus palabras...

Hoy, este ejercicio me pide que elija directamente a una persona muerta con quien conversar. Elijo a quien en aquel librito de 6o de primaria mencioné en mi texto "Mi peor miedo": mi abuelo Luis. En aquella composición establecí que mi miedo más grande era que mi abuelo muriese. Ya habían fallecido mi abuela materna y mi abuela paterna, y treinta años antes de que yo naciera había muerto también mi abuelo paterno. Pero Papá Luis era mi adoración. Era un viejecito callado, muy inteligente, muy curioso. Amaba leer y aprender. Siempre estaba construyendo algo; cuando era más joven arreglaba sus carros y sabía a la perfección la anatomía de una moto. Siempre tuvo algo por la carpintería y con él aprendí a usar martillos, taladros... era un poco un inventor, tenía un sistema de alarma por si alguien se metía en su taller. Me enseñó y ayudó a construir cajas de madera, cofrecitos, cañas de pescar, jaulas, una espada de pirata... atriles para mis libros. Me dejaba leer metida en una casita de tela que puso arriba de su cama, como una tienda de acampar para leer en la noche sin molestar a mi abuela con la luz. Me acuerdo de la textura... eran retazos de telas que usaba mi abuela para sus manualidades. Casi todas eran en tonos verdes. Le gustaba tomarse una cubita y alguna vez me dejó probarla. Cuando comía con ellos (que era generalmente durante el verano, porque ellos me cuidaban en lo que salía de vacaciones mi madre) me preparaba un vaso de coca cola con limón, porque me sabía a su cuba. Todas las tardes salíamos a caminar y a comprar un helado a la tienda. Le gustaban los "Sin Parar" de Nestlé, los de chocolate. Siempre me decía que le regalara mis barbies y una Navidad le compré una, creo que lloró de la emoción con el detalle. También me decía que le regalara mis medallas de la escuela y le mandamos a hacer una que dijera "El Mejor Abuelo" y se la regalé en un cumpleaños. En el mío hizo el gesto más increíble que la familia hubiera imaginado: me regaló, dentro de un cofrecito hecho por él, la medalla que le dieron en 5o de primaria. Juntos dibujamos los planos para hacer una casa de muñecas... pero se rompió un brazo y tuvimos que posponerla, así que en compensación me regaló una más chiquita con muñecos más pequeños. Fui feliz. Años después retomamos el proyecto: cortamos las maderas, preparamos las vigas... pero tuvo una embolia. Perdió movilidad en un lado del cuerpo, ya no pudo leer... empecé a leerle los libros de Harry Potter. Le hacía las voces y todo. Nos quedamos en el Cáliz de Fuego. Después de que murió mi abuela materna, mi abuelo se quedó a vivir con nosotros. Hubo problemas de adultos entre mi familia y una de mis tías... cosas que entonces yo no entendía bien. Mi abuelo se fue a vivir a casa de mi tía, a menos de dos cuadras de la mía. Volví a verlo como dos o tres veces, por visitas de familia que vive en Estados Unidos. Después no volví a verlo. Nunca. Un sábado en la noche una de esas primas de EUA llamó para preguntar cómo estaba mi mamá con la noticia del abuelo... llevaba tres días muerto, ya lo habían velado y cremado... y mi tía, viviendo a dos cuadras, nunca nos avisó. Evidentemente me quebré en mil pedazos. Ha sido uno de los momentos más dolorosos de mi vida. Un año y medio... no vi a mi abuelo durante año y medio, viviendo a dos cuadras... Después de estos años decidí que no trataré de entender. Simplemente fue algo que pasó y aunque me duele en toda el alma saber que no me despedí de él, me queda la esperanza de que él siempre haya recordado a su nieta como la niña que tanto lo adoró y admiró.

Creo que queda claro por qué escribo sobre él en este tema...

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