Básicamente escribo esta entrada para reclamar mi blog en Bloglovin', pero...
¡Update rápido!
a) ¿Recuerdan a ese perro hermoso del que les hablé hace algunos meses? Murió el 11 de abril a las 5am, en su patio, tras luchar valientemente contra un padecimiento autoinmune. Lo extraño como si no hubiera un mañana.
b) Mi proyecto secreto está casi fuera del clóset, pero todavía debo esperar un poco para contarles.
c) Participé como invitada en #deltorocon, una convención en línea dedicada exclusivamente a la obra de mi director favorito, Guillermo del Toro. Aquí están los links a mis contribuciones a esa genial fiesta en internet (y mis más profundas gracias a Gary y Parker por permitirme ser parte de este asunto):
A Love Letter to DTF.com - Mi carta de apreciación y agradecimiento a deltorofilms.com por su excelente trabajo y por construir una comunidad hermosa.
Guillermo del Toro's Monster Cinema - Un ensayo sobre las cualidades artísticas del cine de Del Toro.
d) Eso nos lleva a La Hora Libre, ese proyecto maravilloso que es ya muy real y que hace muy feliz a su equipo. Esperen cosas grandes de este lado de la pantalla :)
e) Got myself a boyfriend! Hooray! Es lo más nerd y geek y ñoño y me hace muy feliz. Así que esperen pronto alguna playlist o algo al respecto.
Y ya, por ahora.
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Escribo desde que descubrí que se podía. Aquí va de todo: mis obsesiones, mis detrás de cámaras, mis experimentos.
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viernes, agosto 01, 2014
Long time no see...
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sábado, marzo 08, 2014
Butch y yo
Sobre mi perro y lo mucho que lo quiero, a pesar del estrés infinito que me ocasiona.
Creo que nunca les he contado la historia de Butch. Todo comenzó cuando murió Akira, una pit bull color chocolate que estuvo en mi casa durante más o menos 12 años. Nunca fui una gran ama, Akira era grande y yo era bastante niña y me daba miedo salir a jugar con ella. Era una perra llena de energía a la que no le dimos todo lo que necesitaba. Lo intentamos. Cuando mi hermano se mudó (él la trajo a casa) y ella se quedó con nosotros, mis papás siempre se aseguraron de que Akira tuviera alimento. Pero ambos trabajaban y yo siempre estaba en la escuela, así que no tuvo suficiente ejercicio. Nunca la maltratamos y siempre que necesitó atención médica la llevamos al veterinario –cosa no muy fácil siendo una de las perras más fuertes y ágiles que he conocido. Pero con todo, no fuimos los mejores amos y no estoy orgullosa de ello, de hecho me avergüenza no haberle dado más, no haberle dado lo que merecía. Era un animal hermoso que podía saltar más de un metro para asomarse a la calle por la reja del patio delantero. Se subía a la lavadora y asomaba la cabeza por la ventana de la cocina. Nunca me mordió, pero la única vez que intenté pasearla sola me arrastró por la banqueta unos 10 metros –y con 'arrastró' me refiero a 'rodillas raspadas por el piso'. Y con todo, la quise mucho. No tanto como debí.
Dormimos a Akira en enero del 2010. Fue intensa hasta el final, no dejaba que le pusieran el bozal para aplicarle la inyección. Estaba muy enferma y ya no podía mover las patas traseras. Se puso flaca y se deterioró en menos de una semana. Creemos que fue cáncer en los huesos. Yo regresé de la escuela esa noche y encontré a mi mamá intentando sacarla de su casa, pero Akira ya no podía moverse sola. Fue un drama. Fue horrible. Fue traumático. Eventualmente conseguimos que mi hermano viniera a ayudarnos a llevarla con un doctor. Cuando regresamos de la clínica, yo podía seguir escuchando sus ladridos desde mi cuarto, que está justo arriba del patio donde han vivido los perros de esta casa. Durante días y noches podía jurar que ella seguía ahí. Nunca va a dejar de dolerme haber estado sentada en el piso de ese patio, sosteniendo a la pit bull más fuerte del mundo, diciéndole que pronto todo estaría bien y pidiéndole que me perdonara por no ser la ama que debí ser para ella. No se si algún día volveré a sentirme tan triste, decepcionada y avergonzada al mismo tiempo. Le prometí que si volvía a tener un animal de compañía en mi vida, sería mejor de lo que fui.
Crecí habiendo siempre mascotas en casa. Cuando nací había una maltés gruñona que dejó de quererme en cuanto empecé a caminar e invadí su territorio. Tuvimos tortugas a las que cuidé hasta que "se las llevaron a una granja donde serían más felices". Periquitos. Peces suicidas (no es broma). Por primera vez en mi vida no había un animal esperando al volver a casa. Pero estuvo bien, porque durante meses creí que nunca tendría derecho a darle un hogar a otro ser vivo. Hasta que algo cambió y entendí que uno no va por la vida huyendo de sus errores. Uno aprende y se levanta. Decidí que debía intentarlo de nuevo, que podía lograrlo. Y procedí a mencionar –constantemente– que quería un perrito.
Un año y medio más tarde, el 31 de mayo de 2011, mi papá me envió un mensaje de texto antes de regresar a casa de su trabajo. Decía "Te llevo una sorpresa". Algo en mí lo supo. No se cómo, pero lo supe. Mi papá se bajó del taxi con una caja de cartón en las manos y adentro de la caja estaba una bola de pelo negro con un listón rojo en el cuello. Traía colgando un cascabelito plateado. Es lo más bonito que he visto en mi vida.
El cachorro no sabía ladrar y tenía como seis semanas de edad. Fuimos al supermercado que está frente a mi casa para comprarle una pelota, un plato, una cama. En el camino decidimos cómo iba a llamarse. Desde que leí Harry Potter y el Prisionero de Azkaban (hace unos 12 años) había querido tener un perro grande y negro para llamarlo Sirius. Años después pensé que sería genial tener un pug negro para llamarlo Toro. Mi papá se aseguró de que si un día traía un perro a casa, sería negro. Pero no se llama Toro ni Sirius (el segundo porque mi papá opinó que estaba muy complicado pronunciar eso cada vez que le diéramos órdenes al perro). Lo nombramos "Butch". Como el personaje de Paul Newman en Butch Cassidy and the Sundance Kid (mi western favorito). Butch. Una sola sílaba.
Esa sílaba representa a un ser vivo que depende de mí. Un perro gigante que fue una cruza terrible (labrador + terranova, not a great idea) y fue el más débil de su camada. Es grande, parado en dos patas sus ojos quedan al nivel de los míos. Tiene tres capas de pelo (de abajo hacia la superficie: blanca, café, negra), la superior es impermeable y eso evita que note cuando empieza a llover – quiere seguir jugando aunque yo sí me moje. Cuando tenía como tres meses de edad se mordió la punta de la cola hasta que la hizo pulpa... no le pusimos el cono de la vergüenza, le curaron la cola, pero no volvió a salirle pelo en ese trozo: la punta de su cola (unos ocho centímetros) es como la de una rata. Le sobra un dedo en la pata trasera derecha, dedo completo, con todo y uña. Tiene cicatrices en el hocico porque es alérgico al pasto y podría tener una enfermedad autoinmune para la que debo hacerle estudios. Cada cinco o seis meses se enferma de algo serio, siempre cosas distintas. Su veterinario le ha salvado la vida más de una vez. Es dócil y sociable con la gente, pero le tiene miedo a los perros pequeños. Sus ladridos son muy fuertes porque tiene una gran caja torácica. Come saludable y está medicado de por vida para que sus intestinos funcionen correctamente. Le gusta el caldo de pollo y le gustan las galletas. Ha padecido gastritis, bloqueo intestinal, alergias, you name it. No sabe hacerse el muertito pero sí sabe hacer high five. Le gusta jugar con nosotros a atrapar la pelota, pero no entiende el concepto de regresarla, así que lo sobornamos con un hueso de caucho. No ha aprendido a atrapar un frisbee. No le gusta bañarse, pero se deja. A veces cree que es un gato y se me embarra en las piernas o se sienta en mis pies. Me espera cuando salgo y me delata si regreso muy tarde. Intuye cuando voy a viajar y me extraña si me voy, así que cuando vuelvo es muy feliz. Es muy listo. Pero también es muy bobo. En su primer cumpleaños le di de comer pastel y vomitó. No volví a darle pastel para comer. Tiene una cara expresiva y sabe cuando estamos hablando de él. Se acuesta en el escalón de la puerta de la cocina, para acompañarnos en la cena o en el desayuno. Sólo se mete a dormir a su casa cuando ya nos subimos a las habitaciones. Cuando tenía un año me dejó disfrazarlo de punk para un concurso de disfraces. Le gusta perseguir moscas. Sabe que debe sentarse para que le Me pone una pata sobre el pie cuando quiere que me quede con él. Y siempre, invariablemente, me da la pata aunque no se la pida. No se qué quiere decir con eso, pero sospecho que es algo bueno.
Butch es un perro feliz. Tiene una familia que lo quiere y que lo cuida. No todos los perros tienen ese lujo. Butch me ha enseñado que puedo ser una mejor persona. Desde que lo tengo he empezado a rescatar perros y gatos y a conseguirles hogar. Aprendí a valorar a los animales de forma distinta. Ha unido a mi familia de una forma que no creí posible.
¿Por qué escribo esto hoy? No es una fecha importante ni es un aniversario. Hoy escribo esto porque estoy preocupada y tengo miedo. Butch es un perro muy fuerte, pero podría tener una de varias enfermedades degenerativas. Llevarlo a consulta es un drama porque es muy grande y aunque no es hostil tiene miedo y ladra y gruñe y asusta. Hace meses tuvieron que someterlo entre tres personas para sedarlo y poder sacarle radiografías. Una vez dejó de respirar en la mesa de procedimientos y tuvieron que suministrarle oxígeno. Podría tener lupus. O pénfigo. Ninguna es curable. Hoy tiene un dedo hinchado. Podría ser cualquier cosa.
Mi perro es el más bonito del mundo. Y pase lo que pase, vamos a estar juntos hasta el final.
Creo que nunca les he contado la historia de Butch. Todo comenzó cuando murió Akira, una pit bull color chocolate que estuvo en mi casa durante más o menos 12 años. Nunca fui una gran ama, Akira era grande y yo era bastante niña y me daba miedo salir a jugar con ella. Era una perra llena de energía a la que no le dimos todo lo que necesitaba. Lo intentamos. Cuando mi hermano se mudó (él la trajo a casa) y ella se quedó con nosotros, mis papás siempre se aseguraron de que Akira tuviera alimento. Pero ambos trabajaban y yo siempre estaba en la escuela, así que no tuvo suficiente ejercicio. Nunca la maltratamos y siempre que necesitó atención médica la llevamos al veterinario –cosa no muy fácil siendo una de las perras más fuertes y ágiles que he conocido. Pero con todo, no fuimos los mejores amos y no estoy orgullosa de ello, de hecho me avergüenza no haberle dado más, no haberle dado lo que merecía. Era un animal hermoso que podía saltar más de un metro para asomarse a la calle por la reja del patio delantero. Se subía a la lavadora y asomaba la cabeza por la ventana de la cocina. Nunca me mordió, pero la única vez que intenté pasearla sola me arrastró por la banqueta unos 10 metros –y con 'arrastró' me refiero a 'rodillas raspadas por el piso'. Y con todo, la quise mucho. No tanto como debí.
Dormimos a Akira en enero del 2010. Fue intensa hasta el final, no dejaba que le pusieran el bozal para aplicarle la inyección. Estaba muy enferma y ya no podía mover las patas traseras. Se puso flaca y se deterioró en menos de una semana. Creemos que fue cáncer en los huesos. Yo regresé de la escuela esa noche y encontré a mi mamá intentando sacarla de su casa, pero Akira ya no podía moverse sola. Fue un drama. Fue horrible. Fue traumático. Eventualmente conseguimos que mi hermano viniera a ayudarnos a llevarla con un doctor. Cuando regresamos de la clínica, yo podía seguir escuchando sus ladridos desde mi cuarto, que está justo arriba del patio donde han vivido los perros de esta casa. Durante días y noches podía jurar que ella seguía ahí. Nunca va a dejar de dolerme haber estado sentada en el piso de ese patio, sosteniendo a la pit bull más fuerte del mundo, diciéndole que pronto todo estaría bien y pidiéndole que me perdonara por no ser la ama que debí ser para ella. No se si algún día volveré a sentirme tan triste, decepcionada y avergonzada al mismo tiempo. Le prometí que si volvía a tener un animal de compañía en mi vida, sería mejor de lo que fui.
Crecí habiendo siempre mascotas en casa. Cuando nací había una maltés gruñona que dejó de quererme en cuanto empecé a caminar e invadí su territorio. Tuvimos tortugas a las que cuidé hasta que "se las llevaron a una granja donde serían más felices". Periquitos. Peces suicidas (no es broma). Por primera vez en mi vida no había un animal esperando al volver a casa. Pero estuvo bien, porque durante meses creí que nunca tendría derecho a darle un hogar a otro ser vivo. Hasta que algo cambió y entendí que uno no va por la vida huyendo de sus errores. Uno aprende y se levanta. Decidí que debía intentarlo de nuevo, que podía lograrlo. Y procedí a mencionar –constantemente– que quería un perrito.
Un año y medio más tarde, el 31 de mayo de 2011, mi papá me envió un mensaje de texto antes de regresar a casa de su trabajo. Decía "Te llevo una sorpresa". Algo en mí lo supo. No se cómo, pero lo supe. Mi papá se bajó del taxi con una caja de cartón en las manos y adentro de la caja estaba una bola de pelo negro con un listón rojo en el cuello. Traía colgando un cascabelito plateado. Es lo más bonito que he visto en mi vida.
El cachorro no sabía ladrar y tenía como seis semanas de edad. Fuimos al supermercado que está frente a mi casa para comprarle una pelota, un plato, una cama. En el camino decidimos cómo iba a llamarse. Desde que leí Harry Potter y el Prisionero de Azkaban (hace unos 12 años) había querido tener un perro grande y negro para llamarlo Sirius. Años después pensé que sería genial tener un pug negro para llamarlo Toro. Mi papá se aseguró de que si un día traía un perro a casa, sería negro. Pero no se llama Toro ni Sirius (el segundo porque mi papá opinó que estaba muy complicado pronunciar eso cada vez que le diéramos órdenes al perro). Lo nombramos "Butch". Como el personaje de Paul Newman en Butch Cassidy and the Sundance Kid (mi western favorito). Butch. Una sola sílaba.
Esa sílaba representa a un ser vivo que depende de mí. Un perro gigante que fue una cruza terrible (labrador + terranova, not a great idea) y fue el más débil de su camada. Es grande, parado en dos patas sus ojos quedan al nivel de los míos. Tiene tres capas de pelo (de abajo hacia la superficie: blanca, café, negra), la superior es impermeable y eso evita que note cuando empieza a llover – quiere seguir jugando aunque yo sí me moje. Cuando tenía como tres meses de edad se mordió la punta de la cola hasta que la hizo pulpa... no le pusimos el cono de la vergüenza, le curaron la cola, pero no volvió a salirle pelo en ese trozo: la punta de su cola (unos ocho centímetros) es como la de una rata. Le sobra un dedo en la pata trasera derecha, dedo completo, con todo y uña. Tiene cicatrices en el hocico porque es alérgico al pasto y podría tener una enfermedad autoinmune para la que debo hacerle estudios. Cada cinco o seis meses se enferma de algo serio, siempre cosas distintas. Su veterinario le ha salvado la vida más de una vez. Es dócil y sociable con la gente, pero le tiene miedo a los perros pequeños. Sus ladridos son muy fuertes porque tiene una gran caja torácica. Come saludable y está medicado de por vida para que sus intestinos funcionen correctamente. Le gusta el caldo de pollo y le gustan las galletas. Ha padecido gastritis, bloqueo intestinal, alergias, you name it. No sabe hacerse el muertito pero sí sabe hacer high five. Le gusta jugar con nosotros a atrapar la pelota, pero no entiende el concepto de regresarla, así que lo sobornamos con un hueso de caucho. No ha aprendido a atrapar un frisbee. No le gusta bañarse, pero se deja. A veces cree que es un gato y se me embarra en las piernas o se sienta en mis pies. Me espera cuando salgo y me delata si regreso muy tarde. Intuye cuando voy a viajar y me extraña si me voy, así que cuando vuelvo es muy feliz. Es muy listo. Pero también es muy bobo. En su primer cumpleaños le di de comer pastel y vomitó. No volví a darle pastel para comer. Tiene una cara expresiva y sabe cuando estamos hablando de él. Se acuesta en el escalón de la puerta de la cocina, para acompañarnos en la cena o en el desayuno. Sólo se mete a dormir a su casa cuando ya nos subimos a las habitaciones. Cuando tenía un año me dejó disfrazarlo de punk para un concurso de disfraces. Le gusta perseguir moscas. Sabe que debe sentarse para que le Me pone una pata sobre el pie cuando quiere que me quede con él. Y siempre, invariablemente, me da la pata aunque no se la pida. No se qué quiere decir con eso, pero sospecho que es algo bueno.
Butch es un perro feliz. Tiene una familia que lo quiere y que lo cuida. No todos los perros tienen ese lujo. Butch me ha enseñado que puedo ser una mejor persona. Desde que lo tengo he empezado a rescatar perros y gatos y a conseguirles hogar. Aprendí a valorar a los animales de forma distinta. Ha unido a mi familia de una forma que no creí posible.
¿Por qué escribo esto hoy? No es una fecha importante ni es un aniversario. Hoy escribo esto porque estoy preocupada y tengo miedo. Butch es un perro muy fuerte, pero podría tener una de varias enfermedades degenerativas. Llevarlo a consulta es un drama porque es muy grande y aunque no es hostil tiene miedo y ladra y gruñe y asusta. Hace meses tuvieron que someterlo entre tres personas para sedarlo y poder sacarle radiografías. Una vez dejó de respirar en la mesa de procedimientos y tuvieron que suministrarle oxígeno. Podría tener lupus. O pénfigo. Ninguna es curable. Hoy tiene un dedo hinchado. Podría ser cualquier cosa.
Mi perro es el más bonito del mundo. Y pase lo que pase, vamos a estar juntos hasta el final.
domingo, enero 20, 2013
Packers @ Pasadena
Mi pequeña aventura como fan de GB en California.
El fin de semana pasado fui a California para ver a los Empacadores de Green Bay perder 45-31 en Candlestick Park, hogar de los 49s de San Francisco.
En realidad fui por un evento de trabajo – entrevistar a Kevin Spacey y David Fincher sobre la serie de Netflix House of Cards – en Pasadena, CA. El espectro de este viaje oscureció mis predicciones para playoffs desde que se manejó la posibilidad de hacerlo. Cuando supe que iríamos contra San Francisco, en su casa, el 12 de enero, tuve miedo pero no perdí la fe. Empaqué mi jersey con el 52 de Matthews (Thor!) y coloqué mi bufanda del equipo entre la ropa que vestiría durante el vuelo de ida.
Mi primer encuentro con un 49 fue en el avión. Uno de los sobrecargos (joven, calvo, ojos azules, rasgos latinos) me sonrió divertido al pasar con el carrito de comida y dijo:
- What's that written on your scarf?
- "Packers"
- Uy. ¡Traicionera!
- Oh, sorry!
Me tomó unos minutos entender que creyó que yo venía a casa a California y siendo los 49s el único equipo local que continúa en la lucha, le pareció ilógico que una californiana apoyara el equipo contrario. Cuando bajamos del avión el mismo sobrecargo se despidió de mí en la puerta:
- Booo!
- Nay! Packers will prevail! Go Packs!
Meneó la cabeza y sonrió. Yo recé porque él estuviera equivocado.
El segundo asalto vino del esposo de nuestro vínculo con Netflix previo a la proyección especial de la serie que estábamos reportando. Llegamos por la noche a la cabaña del Langham que funcionaba como sala de prensa y en la puerta de entrada un simpático individuo cuyo nombre no puedo recordar (y qué pena, porque fue muy amable y atento) me detuvo con un gesto de cadenero:
- Is that a Packers' scarf?
- Yes it is.
- Sorry honey, can't let you through.
- But... [puzzled look on my face]
- They're gonna be beaten up tomorrow.
- No they won't! Go Pack Go!
Sonrió (como todo 49 sonreiría al día siguiente alrededor de las 9 PM PST) y me palmeó el hombro.
- I'm joking, of course you can come in!
Sonreí de vuelta y volví a rezar porque estuviera equivocado.
A eso de las 3 de la tarde del sábado me liberé del trabajo y volví a mi habitación para ver el partido de Denver. Vi al equipo de Peyton perder su ventaja en los últimos 40 segundos del último cuarto. Salté entre canales para ver el primer tiempo extra y el inicio de los Packers. Mientras hacía eso me cambié del vestido negro con medias y tacones a los jeans y el jersey de Matthews (Thor!), alistándome para recibir a mi hermana Daniela, quien manejó dos horas desde Carlsbad (cerca de San Diego) para cenar con Antonio Ponce (editor de Cine PREMIER, a quien conocí en el viaje éste y que resultó ser amigo de Daniela) y conmigo. Los Packers anotaron e intercambié los últimos mensajes con un amigo vía Whatsapp. Daniela llegó por mí y nos fuimos a ver el partido a Oldtown, el centro de Pasadena.
Nunca subestimen el poder de una camiseta. Generan comunidad. O al menos consiguen que te sientas menos alienado durante el partido en que tu equipo se enfrenta al equipo de la casa (del estado, pues). En el primer sitio al que fuimos, el 72 North, había unos 15 ó 16 parroquianos. Como cinco le iban a Green Bay, aparte de mí. Un individuo enorme (en serio, enorme) vestía el 80 de Driver y se paraba a caminar a lo largo del pasillo cada vez que los Packers cometían un error. Daniela y yo nos bebimos una cerveza cada una y compartimos una orden de papas fritas y aros de cebolla. Matthews aparecía en pantalla y yo, fiel a mi tradición, me paraba en mi sitio con ambos puños alzados y exclamaba "¡Thor!". A eso del medio tiempo el partido ya iba mal para nosotros, así que aprovechamos para ir a buscar comida 'real'. Salimos del 72 North y Driver me detuvo un poco:
- Hey! You're leaving too early!
- I gotta find something for dinner. But go Packers!!
- Go Packers!
Caminamos por Colorado Boulevard hasta el Bar Celona, un restaurante español bastante agradable con una paella promedio y una crema catalana riquísima. Había pantallas y transmitían el partido. Green Bay erraba y erraba y erraba. Yo era la única persona del local con un jersey de los Packers. Faltando tres minutos del cuarto cuarto, me rendí. Abandonamos el Bar Celona para volver al hotel, donde Toño nos esperaba para cenar. En el camino encontramos de nuevo a Driver, pero no nos vio. Más adelante nos cruzamos con un Rodgers en jersey de visitante. Iba con el rostro bajo y la mirada triste, lo entendí tan bien. Cuando nos acercamos levantó los ojos y ambos sonreímos una sonrisa débil, alzamos el puño a la altura de los hombros y dijimos, solidarios, tristes, un poco decepcionados:
- Go Packers!
Seguimos nuestro camino. Daniela me miró y dijo:
- Jerseys deportivas, uniendo a completos desconocidos desde tiempos inmemoriales.
Al día siguiente en la mañana el grupo mexicano dejamos nuestro equipaje en almacén para una última vuelta por Oldtown. Cuando regresamos a recogerlo para ir al aeropuerto, uno de los miembros del staff del Langham que buscaba mis maletas (tampoco recuerdo su nombre, pero era alto, delgado, calvo, tenía barba de candado y bigote) sonrió un poco:
- Sorry about yesterday.
Mi primer pensamiento fue "No sé quién eres, ¿de qué estás hablando?" pero entonces noté que señalaba mi bufanda.
- Oh, thanks. You're the first californian that doesn't tease me about the game.
- Don't worry, I kinda hate San Francisco. I was rooting for Green Bay.
- Well, we did play badly. There's always next season...
- Yeah, well... lets hope they do better next year.
La conversación fue ligeramente más extensa, con participación de otro miembro del staff y ahondando en detalles sobre la defensa de los Packers, pero lo importante era eso.
Sí. Fui a California a ver perder a los Empacadores de Green Bay. La temporada 2012-2013 de la NFL casi se termina y queda en mi registro personal como la más intensa hasta ahora, en mi corta edad como fan del futbol americano. Gracias a todos los que han sido parte de esta pasión y entrega. Gracias por la parrillada de mi cumpleaños, aunque los Packers fallaran ese día contra los Gigantes. Gracias por los partidos y por la cerveza, por los gritos, las narraciones por mensajes y chat, por todo.
No queda más que ver el final. (Y el Pro Bowl, para gritar una vez más "¡Thor!" cuando aparezca Matthews en pantalla).
domingo, diciembre 30, 2012
Cinco minutos más para la cuenta atrás
El balance de lo bueno y malo del 2012.
Pero como soy yo y estoy obligándome a verle el lado feliz a todo (cierre de ciclo, etcétera), me concentraré en los grandes momentos de este año que se acaba mañana.
Sin orden específico, here they go:
- San Diego Comic Con.
OMFG. Esto probablemente fue lo mejor del año. Perdónenme todos los involucrados en el resto del 2012, tuvimos buenos tiempos, pero come on... it's freaking Geekvana here. Tuve la fortuna de ir a la convención de cómics más grande del mundo con otro nerd enorme que fue un gran compañero de viaje. Lloré en el tranvía cuando vi aparecer el Centro de Convenciones de San Diego y me dio como taquicardia cuando entré al Exhibit Hall y vi un Optimus Prime gigante en el stand de Hasbro. Conocí a gente estupenda, asistí a conferencias interesantes, escuché a una banda de steampunk genial, en fin... las mejores (y más cansadas) vacaciones de mi vida. See you in 2014, San Diego!
- Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá.
No fue mi primer viaje de trabajo (ya había ido a cubrir la FIM Guadalajara), pero sí fue el más demandante y el reto más grande en ese rubro. País desconocido, sola, problemas con mi tarjeta de débito (¡Gracias por salvarme, Turi!). Al final pasé cinco días estupendos, vi más teatro del que había visto en años, conocí a personas geniales y conocí un poco de Colombia. Ah y me tomé una foto con Tim Robbins :O
- Mis amigos de la prepa.
No son "un momento". Son una presencia enorme en mi 2012. Me hace muy feliz saber que aunque una parte importante nos graduamos de la universidad y ya nadie estudia junto a alguien más en la misma escuela, seguimos juntos. Salimos casi cada semana, hablamos entre nosotros casi todos los días, nos conocemos y nos entendemos y nos organizamos reuniones por cualquier razón, real o inventada. Somos incapaces de ponernos de acuerdo para ir al cine, pero si un día estás parada en una banqueta llorando por un corazón roto, uno de estos individuos te recibirá en su casa y te abrazará y te hará reír hasta que dejes de llorar. Y si otro día decides que ese tatuaje es "ahora o nunca" y le avisas a tus amigas que vas a tatuarte a tal hora en tal lugar... ellas llegarán a la cita antes que tú y te llevarán al súper a comprar la pomada que te indicó el tatuador y estarán contigo siempre. Y a lo mejor en una de esas reuniones vuelves a encontrar a alguien a quien no recordabas que extrañaste mucho y vuelven a hablar y esa persona se convierte en alguien importante para ti, otra vez. Esta gente, este grupo de nerds y niñas adorables, me hacen muy feliz.
- Temporada 2012-2013 de la NFL.
No llevo mucho tiempo metida en esto del futbol americano –poco más de un par de años–, pero ésta temporada ha estado excelente. La he sufrido y disfrutado con mis Packers y también siguiendo a otros equipos que no son míos pero que son de mis amigos. Además encontré fellow Packer fans entre mis conocidos y amigos, so... muchos cabezas de queso en este lado de la pantalla. Muchos domingos de NFL y los que faltan por vivir.
- Fiestas.
No soy la persona más sociable, eso lo sabemos todos. Pero este año me esforcé un poco en ser más abierta y en salir de mi zona de confort. No dejé olvidadas las idas a bares o las reuniones caseras, pero me dejé llevar a más fiestas. Me divertí mucho. Incluso en las fiestas en las que la pasé mal (y las hubo), algo aprendí o algo bueno puedo recordar. Además sirvió para vivir nuevas aventuras con mis cómplices criminales (un par de cajón y una nueva, Miriam, a quien quiero mucho). Descubrí al menos una faceta de mí misma que no conocía. Me volví más segura.
- Butch.
Adoro a mi perro. Es parte de mi familia y lo quiero como a nadie. Procurar y cuidar a mi perro me creció el amor por los animales. Este año viví dos situaciones relacionadas con el tema que me marcaron y me dejaron lecciones que no he podido del todo concretar. Rescaté a un gatito bebé de atrás de un arbusto cerca de mi casa. Lo cuidé durante una semana, le conseguí un hogar... el gatito apenas sobrevivió unos días. Se trepaba en mi hombro y se dormía ahí. Maullaba quedito cuando quería subirse a mi cama. Era un encanto y quiero pensar que aunque no vivió mucho, rescatarlo no fue inútil: vivió dos semanas con cariño y cuidados. Meses después atropellaron a un cachorro abandonado a unos metros de mí. Yo ya iba al trabajo y me bajé del camión para levantarlo del arroyo. El perrito se murió en mis manos. Lloré todo el camino a la oficina. No pierdo un día sin abrazar a mi perro, sin demostrarle que lo quiero o asegurarme de que es feliz.
- Crafting.
Este año redescubrí mi amor por las manualidades. Un disfraz steampunk, un pastel del Señor de los Anillos, ropa modificada... you name it. Es un pasatiempo muy sano, útil y lo más importante para mí: creativo.
- Música.
En síntesis: Nuevo disco de Yellowcard. Yellowcard México. Concierto de Fobia con Alex López. Concierto de Linkin Park. Nuevas canciones de My Chem. Descubrir a Love of Lesbian, ahora una de mis bandas favoritas. Descubrir a Cherri Bomb, otra de mis bandas inspiradoras y favoritas. Decidir aprender a tocar el teclado y pseudo formar una idea de banda con dos de mis amigos más queridos. Serrat y Sabina (en la gira "Dos Pájaros Contraatacan"), dos veces :) awfully symbolic.
- La Hora Libre.
La mayoría de mis amigos más cercanos son tan geeks como yo. Afortunadamente. Sucede que a principios de año, Alejandro Rocha y yo decidimos iniciar un blog dedicado a todos nuestros intereses nerds: cómics, películas, música, tele, videojuegos, libros, etcétera. Reclutamos a algunos fellow geeks y lanzamos La Hora Libre, un espacio de expresión donde encontrarán desde reseñas hasta análisis de medios. El proyecto sigue creciendo y adaptándose a nuestras caóticas vidas, pero no lo dejamos morir. Ahí si tienen tiempo, dense una vueltecita ;)
- La Hora Libre.
La mayoría de mis amigos más cercanos son tan geeks como yo. Afortunadamente. Sucede que a principios de año, Alejandro Rocha y yo decidimos iniciar un blog dedicado a todos nuestros intereses nerds: cómics, películas, música, tele, videojuegos, libros, etcétera. Reclutamos a algunos fellow geeks y lanzamos La Hora Libre, un espacio de expresión donde encontrarán desde reseñas hasta análisis de medios. El proyecto sigue creciendo y adaptándose a nuestras caóticas vidas, pero no lo dejamos morir. Ahí si tienen tiempo, dense una vueltecita ;)
- Familia.
Mi familia siempre rockea. Punto :)
Ahora, lo malo...
Dejémoslo en que aprendí mis lecciones. Más de una. Incluido el refrendo de no tropezarme con la misma piedra, ni encariñarme con la piedra, ni guardarla en una bolsita para volver a ponerla en mi camino y tropezar otra vez.
Ya veremos qué tal pinta el 2013, pero por ahora puedo decir que después de un 2012 totalmente inesperado, me emociona este nuevo año.
miércoles, noviembre 28, 2012
Navidad, Navidad...
Falta menos de un mes para Navidad. Pero yo estoy lista desde siempre.
La Navidad es una fecha importante en casa. No sé bien por qué razón, pero es la época favorita de mi papá y está empatada en mi top 2 con la doble celebración de Noche de Brujas y Día de Muertos. Creo que ni siquiera mi cumpleaños me gusta tanto. Aunque en realidad eso se debe a que cuento mi cumpleaños dentro de las fiestas de fin de año, porque con esa celebración se inaugura el "Holiday Season" en mi familia (si viviéramos en Estados Unidos, sería un double feature con Acción de Gracias).
Uno de los asuntos con la Navidad es que mi madre no es muy fan, a diferencia de mi papá y yo, que nos emocionamos desde noviembre y planeamos la iluminación de la casa durante todo el año. Usualmente ponemos el árbol (una cosa de dos metros de altura hecho de algún plástico verde que semeja un pino natural) y las decoraciones correspondientes el fin de semana más cercano al 12 de diciembre (no hay motivo guadalupano, simplemente nos parece un buen punto medio). Este año será distinto, porque en ese fin de semana yo estaré en la graduación de una de mis queridas amigas de la escuela (todos feliciten a Jade, que se convierte en Ingeniera en Biotecnología), de modo que todo se adelanta para el 1 de diciembre. Secretamente también será nuestra forma de evasión para olvidar que ese día toma posesión de la silla presidencial el sujeto aquél que no quiero mencionar.
¿Por qué soy tan feliz ese fin de semana? Porque hay música (navideña, duh, una compilación armada entre mi padre y yo que dejamos en repeat toda la tarde), pizza (no me importa si técnicamente no es comida navideña, en mi casa aplica perfecto para comer post jornada de decoración), películas ("La Joya de la Familia" es perfecta y una de nuestras favoritas), frío y ropa acorde (no saben lo genial que es un gorro de Santa hasta que lo usan mientras están trepados en un muro colgando series de luces) y adornos (decenas: antiguos – esferas que están en la familia desde mis abuelas, nuevos – botas y cosas que hago cada año, curiosos – títere de hombre de jengibre, anyone?).
Algo nuevo este año será, probablemente, el horneado de galletas. Lo intentamos en 2011 pero éramos muy novatas y no quedaron tan bien como podrían. 2012 será diferente. Por ahora me entretengo pensando en la lista de cosas que quiero resolver antes del 24 de diciembre. Eso incluye: R-E-G-A-L-O-S. Mi madre y yo tenemos esta tradición no oficial de ir un día al centro de Coyoacán a buscar regalos. El año pasado añadimos el mercado de Portales a este recorrido. Creo que en un par de semanas lo repetiremos. Con comida china, oh yeah.
Les dejo algunas de las canciones que nunca faltan en mi compilación navideña:
"All I Want For Christmas Is You" - My Chemical Romance
Todo el disco "Christmas with Conniff" del coro y orquesta de Ray Conniff
"What's This" y "Making Christmas" del soundtrack de The Nightmare Before Christmas
Creo que este diciembre añadiré "Let It Snow" de The Baseballs... ¿alguna sugerencia?
La Navidad es una fecha importante en casa. No sé bien por qué razón, pero es la época favorita de mi papá y está empatada en mi top 2 con la doble celebración de Noche de Brujas y Día de Muertos. Creo que ni siquiera mi cumpleaños me gusta tanto. Aunque en realidad eso se debe a que cuento mi cumpleaños dentro de las fiestas de fin de año, porque con esa celebración se inaugura el "Holiday Season" en mi familia (si viviéramos en Estados Unidos, sería un double feature con Acción de Gracias).
Uno de los asuntos con la Navidad es que mi madre no es muy fan, a diferencia de mi papá y yo, que nos emocionamos desde noviembre y planeamos la iluminación de la casa durante todo el año. Usualmente ponemos el árbol (una cosa de dos metros de altura hecho de algún plástico verde que semeja un pino natural) y las decoraciones correspondientes el fin de semana más cercano al 12 de diciembre (no hay motivo guadalupano, simplemente nos parece un buen punto medio). Este año será distinto, porque en ese fin de semana yo estaré en la graduación de una de mis queridas amigas de la escuela (todos feliciten a Jade, que se convierte en Ingeniera en Biotecnología), de modo que todo se adelanta para el 1 de diciembre. Secretamente también será nuestra forma de evasión para olvidar que ese día toma posesión de la silla presidencial el sujeto aquél que no quiero mencionar.
¿Por qué soy tan feliz ese fin de semana? Porque hay música (navideña, duh, una compilación armada entre mi padre y yo que dejamos en repeat toda la tarde), pizza (no me importa si técnicamente no es comida navideña, en mi casa aplica perfecto para comer post jornada de decoración), películas ("La Joya de la Familia" es perfecta y una de nuestras favoritas), frío y ropa acorde (no saben lo genial que es un gorro de Santa hasta que lo usan mientras están trepados en un muro colgando series de luces) y adornos (decenas: antiguos – esferas que están en la familia desde mis abuelas, nuevos – botas y cosas que hago cada año, curiosos – títere de hombre de jengibre, anyone?).
Algo nuevo este año será, probablemente, el horneado de galletas. Lo intentamos en 2011 pero éramos muy novatas y no quedaron tan bien como podrían. 2012 será diferente. Por ahora me entretengo pensando en la lista de cosas que quiero resolver antes del 24 de diciembre. Eso incluye: R-E-G-A-L-O-S. Mi madre y yo tenemos esta tradición no oficial de ir un día al centro de Coyoacán a buscar regalos. El año pasado añadimos el mercado de Portales a este recorrido. Creo que en un par de semanas lo repetiremos. Con comida china, oh yeah.
Les dejo algunas de las canciones que nunca faltan en mi compilación navideña:
"All I Want For Christmas Is You" - My Chemical Romance
Todo el disco "Christmas with Conniff" del coro y orquesta de Ray Conniff
"What's This" y "Making Christmas" del soundtrack de The Nightmare Before Christmas
Creo que este diciembre añadiré "Let It Snow" de The Baseballs... ¿alguna sugerencia?
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martes, noviembre 20, 2012
¿Por qué te tatuatis?
No sé cómo decirle a mi papá que me hice un tatuaje.
Tengo la vaga esperanza de que lo descubra en Facebook y cuando lleguemos ambos a casa haya pasado el shock inicial. Admito que me da algo de miedito mostrarle el brazo y decir "Papá, me hice un tatuaje". Me siento como una niña de 16 años que falsificó una firma y una voz al teléfono para convencer al tatuador de que no hay problema, tengo permiso. (Eso pasó, pero no a mí y sí en la prepa).
El asunto es que ya no tengo 16 ni 17 ni 18 años. El próximo domingo cumpliré 24 y estoy acercándome a esa cifra un poco escéptica y otro poco sin saber bien qué demonios sigue. Pero eso es otro tema... volvamos al tatuaje:
Hace años decidí que los tatuajes son algo que visualmente me agrada y que sólo haría si encontraba razones o motivos o inspiración sólida para escribirme algo de por vida en alguna zona de la piel. Hace menos tiempo decidí que quiero alrededor de 4 tatuajes de aquí a una década: ya los tengo planeados todos. Algunos hasta con fecha.
Éste, el primero, fue en realidad el segundo que planeé, pero es que el otro necesita una fecha exacta y para ello faltan como tres años. Éste es una modificación al verso principal de una de mis canciones favoritas (todos los tatuajes serán versos de canciones): "Believe" del disco Ocean Avenue de la banda estadounidense Yellowcard. Lectores y amigos ya saben que tengo una fuerte conexión con ese grupo. Esta canción en particular es el mantra que me repito a mí misma cada vez que tengo un problema o que estoy muy triste o muy enojada o muy asustada. Y eso, siendo la persona insegura y desconfiada que soy, pasa con relativa frecuencia.
Hace meses decidí, con una de mis mejores amigas, que iríamos a tatuarnos juntas antes de fin de año. Entre la vida y la economía fuimos posponiendo el evento... y ayer decidí que ya, que si seguía así nunca lo haría y como dicen en RENT: "No day but today". Fui a hacer la cita para en la tarde-noche y regresé a mi casa sabiendo que en unas horas habría activamente hecho un cambio permanente en mí. A las seis de la tarde encontré a tres de esas amigas a quienes adoro con todo mi ser paradas afuera de un estudio de tatuajes cerca de Paseo Acoxpa. Las tres me acompañaron, me relajaron, contaron chistes, hicieron todo para que yo no perdiera valor. Las amo por estar ahí conmigo durante todo el proceso, incluido el rato posterior buscando la pomada correcta en el súper y bebiendo un café para bajar los nervios.
¿Por qué ayer?
Este fin de semana de puente fue una cosa rarísima. Estuve en mi casa el mínimo de tiempo y en cambio pasé ratos muy importantes con amigos muy importantes. Los detalles no vienen al caso, pero Turi, Fiance, Karla, Mel y Magui me ayudaron a recalibrar asuntos mentales y emocionales con los que ya estoy más en paz y casi preparada para entrar al año 25 de mi vida sin mayor drama que el par de problemas que yo solita me conseguí (uno menos si mi padre lee esto antes de que lo vea hoy y no se enoja porque su niña se tatuó).
Ayer desperté y supe que era el día. Fue, sí, una decisión impulsiva, pero hasta mis decisiones más impulsivas tienen una base de planeación y haber pensado las cosas. Entonces no, no me saqué el tatuaje de la manga y sí, estaba en mis cabales cuando hice la cita. El diseño y la tipografía los tenía seleccionados desde mayo (aproximadamente) y sólo necesité llevárselos en USB al tatuador (Alfredo Chavarría de Ink Dealers). Él hizo su magia.
Los tatuajes no son tema nuevo en mi casa. Llevaba meses diciéndole a mis padres que planeaba tatuarme antes de fin de año. Mi hermano tiene muchos y apenas el año pasado se los mostró a mi papá. Mi propio padre ha jugado con la idea de tatuarse en algún momento de la vida. Quiero pensar que me dará algo de crédito el hecho de haberles advertido, haberlo comentado con antelación y principalmente: no esconderlo durante veinte años, thank you very much.
Sé y estoy consciente de que entintarme el brazo no me hace automáticamente una persona más fuerte y segura, pero sí sé que haber tomado la decisión y hacerla real refuerza a la persona que soy. Be strong. BELIEVE es un compromiso que hago conmigo misma para el resto de mi vida. Pase lo que pase y whatever it takes.
Entonces...
a) el tatuaje no fue un algo no planeado y accidental
b) estoy siendo bastante abierta al respecto
c) tiene un significado y relevancia para mí, la persona tatuada
Así que, papi, no te enojes por favor. Es un tatuaje, no es el fin del mundo.
Tengo la vaga esperanza de que lo descubra en Facebook y cuando lleguemos ambos a casa haya pasado el shock inicial. Admito que me da algo de miedito mostrarle el brazo y decir "Papá, me hice un tatuaje". Me siento como una niña de 16 años que falsificó una firma y una voz al teléfono para convencer al tatuador de que no hay problema, tengo permiso. (Eso pasó, pero no a mí y sí en la prepa).
El asunto es que ya no tengo 16 ni 17 ni 18 años. El próximo domingo cumpliré 24 y estoy acercándome a esa cifra un poco escéptica y otro poco sin saber bien qué demonios sigue. Pero eso es otro tema... volvamos al tatuaje:
"Be strong. BELIEVE"
Hace años decidí que los tatuajes son algo que visualmente me agrada y que sólo haría si encontraba razones o motivos o inspiración sólida para escribirme algo de por vida en alguna zona de la piel. Hace menos tiempo decidí que quiero alrededor de 4 tatuajes de aquí a una década: ya los tengo planeados todos. Algunos hasta con fecha.
Éste, el primero, fue en realidad el segundo que planeé, pero es que el otro necesita una fecha exacta y para ello faltan como tres años. Éste es una modificación al verso principal de una de mis canciones favoritas (todos los tatuajes serán versos de canciones): "Believe" del disco Ocean Avenue de la banda estadounidense Yellowcard. Lectores y amigos ya saben que tengo una fuerte conexión con ese grupo. Esta canción en particular es el mantra que me repito a mí misma cada vez que tengo un problema o que estoy muy triste o muy enojada o muy asustada. Y eso, siendo la persona insegura y desconfiada que soy, pasa con relativa frecuencia.
Hace meses decidí, con una de mis mejores amigas, que iríamos a tatuarnos juntas antes de fin de año. Entre la vida y la economía fuimos posponiendo el evento... y ayer decidí que ya, que si seguía así nunca lo haría y como dicen en RENT: "No day but today". Fui a hacer la cita para en la tarde-noche y regresé a mi casa sabiendo que en unas horas habría activamente hecho un cambio permanente en mí. A las seis de la tarde encontré a tres de esas amigas a quienes adoro con todo mi ser paradas afuera de un estudio de tatuajes cerca de Paseo Acoxpa. Las tres me acompañaron, me relajaron, contaron chistes, hicieron todo para que yo no perdiera valor. Las amo por estar ahí conmigo durante todo el proceso, incluido el rato posterior buscando la pomada correcta en el súper y bebiendo un café para bajar los nervios.
¿Por qué ayer?
Este fin de semana de puente fue una cosa rarísima. Estuve en mi casa el mínimo de tiempo y en cambio pasé ratos muy importantes con amigos muy importantes. Los detalles no vienen al caso, pero Turi, Fiance, Karla, Mel y Magui me ayudaron a recalibrar asuntos mentales y emocionales con los que ya estoy más en paz y casi preparada para entrar al año 25 de mi vida sin mayor drama que el par de problemas que yo solita me conseguí (uno menos si mi padre lee esto antes de que lo vea hoy y no se enoja porque su niña se tatuó).
Ayer desperté y supe que era el día. Fue, sí, una decisión impulsiva, pero hasta mis decisiones más impulsivas tienen una base de planeación y haber pensado las cosas. Entonces no, no me saqué el tatuaje de la manga y sí, estaba en mis cabales cuando hice la cita. El diseño y la tipografía los tenía seleccionados desde mayo (aproximadamente) y sólo necesité llevárselos en USB al tatuador (Alfredo Chavarría de Ink Dealers). Él hizo su magia.
Los tatuajes no son tema nuevo en mi casa. Llevaba meses diciéndole a mis padres que planeaba tatuarme antes de fin de año. Mi hermano tiene muchos y apenas el año pasado se los mostró a mi papá. Mi propio padre ha jugado con la idea de tatuarse en algún momento de la vida. Quiero pensar que me dará algo de crédito el hecho de haberles advertido, haberlo comentado con antelación y principalmente: no esconderlo durante veinte años, thank you very much.
Sé y estoy consciente de que entintarme el brazo no me hace automáticamente una persona más fuerte y segura, pero sí sé que haber tomado la decisión y hacerla real refuerza a la persona que soy. Be strong. BELIEVE es un compromiso que hago conmigo misma para el resto de mi vida. Pase lo que pase y whatever it takes.
Entonces...
a) el tatuaje no fue un algo no planeado y accidental
b) estoy siendo bastante abierta al respecto
c) tiene un significado y relevancia para mí, la persona tatuada
Así que, papi, no te enojes por favor. Es un tatuaje, no es el fin del mundo.
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domingo, julio 08, 2012
Highlights de la semana
Un rápido recuento de una buena semana.
De repente se me va la onda y dejo un poco abandonado este lado de mi vida virtual, ustedes disculpen. En los últimos meses, mi vida ha pasado de interesante a muy ocupada. No es que antes fuera yo una ociosa, pero es distinto dedicarte de lleno a la vida laboral que trabajar medio tiempo y estudiar la otra mitad.
Como algunos de ustedes recuerdan, me gradué de periodismo hace unos meses (7, para ser exactos) y desde entonces paso mis ocho horas reglamentarias (or so) en las oficinas de Editorial Mapas, donde trabajo para la revista Gatopardo y para la Nueva Guía del Centro Histórico. Toda la vida he sido una workaholic intensa que se carga de trabajo porque le resulta divertido. Así que un día, platicando con un amigo, pensamos "¿Y qué tal si abrimos un blog donde escribamos de todas las cosas que nos gustan?"... lo cual nos lleva a uno de los highlights de esta semana:
La Hora Libre. Esta semana abrimos el blog La Hora Libre. Llevaba en línea desde principios de junio, pero entre meterle contenido y armarlo en términos generales, habíamos tardado en hacerlo público. El sitio se explica a sí mismo, pero hago notar que con este proyecto tengo la fortuna de trabajar con personas a quienes a) quiero mucho, b) respeto en cantidades extranormales, y c) están más o menos igual de locos que yo (and that's saying something). Si les interesan el cine, la música, los cómics, la tecnología, los videojuegos y cosas por el estilo, hagan el favor de pasar a leernos. Agradecimientos especiales a Alex "Chinoz" Rocha (cofundador, coeditor y coetcétera), Miriam Ley (diseñadora gráfica y acompañante cafetera del diario), Genaro Chávez (ingeniero de mente compleja y una paciencia considerable), Leo Lozano (internacionalista, amigo de años y colaborador sumamente comprometido), Rodrigo Raya (hermano universitario, ultrafanático de la animación y analista no tan de clóset), Zyanya Zavaleta (mi hermana gemela y cómplice absoluta en mis locuras), Lalo Castillo (psicópata gamer y excelente amigo) y last but not least, a Raúl E. Pérez Rioja (fiance, dearest friend, cómplice, etc). Ellos forman parte del staff de este proyecto y están dando el salto de fe con nosotros.
En otro momento destacado de esta semana:
Comida gemela. Ya les he hablado sobre Zyanya. Es mi gemela, la adoro with all my heart, y se casa este septiembre. La vi el jueves y comimos juntas. Fue, por una hora, como regresar a noveno semestre de la universidad, temporada en la que además de estatura, cumpleaños y carrera, compartimos casa. 12 pasos nos separaban. Si tenía una idea ridícula a las 11pm, podía caminar esos 12 pasos hasta su puerta y tocar. Si súbitamente, ella sentía la necesidad de mostrarme un video de Supernatural, podía caminar los 12 pasos hasta mi puerta y tocar. Cuando nos aburríamos bajábamos a ver la tele o nos sentábamos las dos en la misma cama a platicar de todos los temas que ya hemos platicado quince veces. Cuando había proyectos enormes que terminar, pasábamos de trabajar en su cama (el cuarto es pequeño, así que no hay espacio para un escritorio) a repartirnos por mi recámara (escritorio o colchón) a tener encendida la luz del comedor hasta el amanecer, con mi perro fielmente acurrucado en la puerta de la cocina. Comer con ella fue recordar eso y hacer planes, porque uno hace planes con su familia. Y hay una boda en septiembre :)
Y hablando de cosas divertidas...
Fiestas. De unos meses para acá se me ha dado eso de las fiestas. Es soberanamente divertido. Dejé de ir a fiestas en la universidad. Es decir, salía con amigos a bares, al cine, a una que otra reunión socialmente relajada en casa de alguien conocido y cercano. Pero cero fiestas "como las de la prepa". Un amigo dice que dejamos de ir a fiestas así porque crecimos y maduramos y ya no las necesitamos. Yo digo que dejamos de ir a esas fiestas porque nos acomodamos muy bien en la rutina "bar de cervezas baratas y la seguimos en casa". No que tenga algo en contra, porque algunos de los mejores momentos del año pasado involucraron empezar una salida en algún barecillo coyoacanero, pasar por unos tacos al lugar de siempre, pasar a un Oxxo o Seven y llegar a mi casa con algún vodka o cervezas y un ipod con buena música. Pero en los últimos meses se presentaron oportunidades de ir a fiestear (sí, es un verbo, porque yo lo digo) y decidí tomar esas oportunidades. Y arrastrar a mis amigos conmigo. Vaya que nos hemos divertido. Aunque creo que sí comienzo a extrañar esas salidas de barecito tranquilo y/o cervezas en la sala y una buena partida de Gears of War o Magic.
Finalmente...
Libro. Historias de Las Historias. El viernes tuve la oportunidad de acompañar al escritor Alberto Chimal a presentar la antología de minificción Historias de Las Historias, donde aparece un cuento mío. La versión corta es que Chimal hace un concurso mensual de minificción en su sitio web, concursé hace como año y medio y gané. Un día me avisaron que antologarían a los ganadores. Otro día me avisaron que el libro estaba publicado. Otro día me invitaron a la presentación y me ofrecieron formar parte de la mesa con otros autores antologados. Yo dije que sí. Anuncié el evento en Facebook y empezaron a confirmar algunos amigos. Pensé "Será lindo que algunos amigos me acompañen". Had I known what was in store... El viernes a las 5pm, en la Librería Rosario Castellanos, parecía que traía conmigo una porra. Les agradezco infinitamente el haber llegado y haber estado conmigo en ese momento. Mamá, papá, Pao, Hernán, Fiance, Juan Enrique, Laura, Tirzo, Alex, Memo, Liz, Adri, Fer, Karina, Karen, Magui, Julio y Adriana. Y a quienes estuvieron telepáticamente porque la vida no siempre da para eso: Miri, Karlita, Andrea y mi hermano. Se siente bien bonito tanto cariño y apoyo.
Pues sí, una bonita semana indeed. Ya estaré contándoles sobre la siguiente semana... que será como el highlight del año:
De repente se me va la onda y dejo un poco abandonado este lado de mi vida virtual, ustedes disculpen. En los últimos meses, mi vida ha pasado de interesante a muy ocupada. No es que antes fuera yo una ociosa, pero es distinto dedicarte de lleno a la vida laboral que trabajar medio tiempo y estudiar la otra mitad.
Como algunos de ustedes recuerdan, me gradué de periodismo hace unos meses (7, para ser exactos) y desde entonces paso mis ocho horas reglamentarias (or so) en las oficinas de Editorial Mapas, donde trabajo para la revista Gatopardo y para la Nueva Guía del Centro Histórico. Toda la vida he sido una workaholic intensa que se carga de trabajo porque le resulta divertido. Así que un día, platicando con un amigo, pensamos "¿Y qué tal si abrimos un blog donde escribamos de todas las cosas que nos gustan?"... lo cual nos lleva a uno de los highlights de esta semana:
La Hora Libre. Esta semana abrimos el blog La Hora Libre. Llevaba en línea desde principios de junio, pero entre meterle contenido y armarlo en términos generales, habíamos tardado en hacerlo público. El sitio se explica a sí mismo, pero hago notar que con este proyecto tengo la fortuna de trabajar con personas a quienes a) quiero mucho, b) respeto en cantidades extranormales, y c) están más o menos igual de locos que yo (and that's saying something). Si les interesan el cine, la música, los cómics, la tecnología, los videojuegos y cosas por el estilo, hagan el favor de pasar a leernos. Agradecimientos especiales a Alex "Chinoz" Rocha (cofundador, coeditor y coetcétera), Miriam Ley (diseñadora gráfica y acompañante cafetera del diario), Genaro Chávez (ingeniero de mente compleja y una paciencia considerable), Leo Lozano (internacionalista, amigo de años y colaborador sumamente comprometido), Rodrigo Raya (hermano universitario, ultrafanático de la animación y analista no tan de clóset), Zyanya Zavaleta (mi hermana gemela y cómplice absoluta en mis locuras), Lalo Castillo (psicópata gamer y excelente amigo) y last but not least, a Raúl E. Pérez Rioja (fiance, dearest friend, cómplice, etc). Ellos forman parte del staff de este proyecto y están dando el salto de fe con nosotros.
En otro momento destacado de esta semana:
Comida gemela. Ya les he hablado sobre Zyanya. Es mi gemela, la adoro with all my heart, y se casa este septiembre. La vi el jueves y comimos juntas. Fue, por una hora, como regresar a noveno semestre de la universidad, temporada en la que además de estatura, cumpleaños y carrera, compartimos casa. 12 pasos nos separaban. Si tenía una idea ridícula a las 11pm, podía caminar esos 12 pasos hasta su puerta y tocar. Si súbitamente, ella sentía la necesidad de mostrarme un video de Supernatural, podía caminar los 12 pasos hasta mi puerta y tocar. Cuando nos aburríamos bajábamos a ver la tele o nos sentábamos las dos en la misma cama a platicar de todos los temas que ya hemos platicado quince veces. Cuando había proyectos enormes que terminar, pasábamos de trabajar en su cama (el cuarto es pequeño, así que no hay espacio para un escritorio) a repartirnos por mi recámara (escritorio o colchón) a tener encendida la luz del comedor hasta el amanecer, con mi perro fielmente acurrucado en la puerta de la cocina. Comer con ella fue recordar eso y hacer planes, porque uno hace planes con su familia. Y hay una boda en septiembre :)
Y hablando de cosas divertidas...
Fiestas. De unos meses para acá se me ha dado eso de las fiestas. Es soberanamente divertido. Dejé de ir a fiestas en la universidad. Es decir, salía con amigos a bares, al cine, a una que otra reunión socialmente relajada en casa de alguien conocido y cercano. Pero cero fiestas "como las de la prepa". Un amigo dice que dejamos de ir a fiestas así porque crecimos y maduramos y ya no las necesitamos. Yo digo que dejamos de ir a esas fiestas porque nos acomodamos muy bien en la rutina "bar de cervezas baratas y la seguimos en casa". No que tenga algo en contra, porque algunos de los mejores momentos del año pasado involucraron empezar una salida en algún barecillo coyoacanero, pasar por unos tacos al lugar de siempre, pasar a un Oxxo o Seven y llegar a mi casa con algún vodka o cervezas y un ipod con buena música. Pero en los últimos meses se presentaron oportunidades de ir a fiestear (sí, es un verbo, porque yo lo digo) y decidí tomar esas oportunidades. Y arrastrar a mis amigos conmigo. Vaya que nos hemos divertido. Aunque creo que sí comienzo a extrañar esas salidas de barecito tranquilo y/o cervezas en la sala y una buena partida de Gears of War o Magic.
Finalmente...
Libro. Historias de Las Historias. El viernes tuve la oportunidad de acompañar al escritor Alberto Chimal a presentar la antología de minificción Historias de Las Historias, donde aparece un cuento mío. La versión corta es que Chimal hace un concurso mensual de minificción en su sitio web, concursé hace como año y medio y gané. Un día me avisaron que antologarían a los ganadores. Otro día me avisaron que el libro estaba publicado. Otro día me invitaron a la presentación y me ofrecieron formar parte de la mesa con otros autores antologados. Yo dije que sí. Anuncié el evento en Facebook y empezaron a confirmar algunos amigos. Pensé "Será lindo que algunos amigos me acompañen". Had I known what was in store... El viernes a las 5pm, en la Librería Rosario Castellanos, parecía que traía conmigo una porra. Les agradezco infinitamente el haber llegado y haber estado conmigo en ese momento. Mamá, papá, Pao, Hernán, Fiance, Juan Enrique, Laura, Tirzo, Alex, Memo, Liz, Adri, Fer, Karina, Karen, Magui, Julio y Adriana. Y a quienes estuvieron telepáticamente porque la vida no siempre da para eso: Miri, Karlita, Andrea y mi hermano. Se siente bien bonito tanto cariño y apoyo.
Foto de Jorge Tirzo
Foto de Laura Yaniz
Foto de Karina Cabrera
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