Escribo desde que descubrí que se podía. Aquí va de todo: mis obsesiones, mis detrás de cámaras, mis experimentos.
jueves, julio 07, 2005
Yo nunca dejé de sentirlo...
Te fuiste y sin embargo te quedas. Como él, como el otro él, como tú... como todos. Todos que llegan, me tratan, me matan y me despiertan, para luego irse envueltos en el llanto que desde mis ojos los regenera. Llegaste como el sol por la mañana, como la primera estrella de una noche suburbana, como el agua a la boca de un niño enfermo. Me diste tu nada, tu algo, ese algo que te hizo llegar conmigo y hacerme creer que te amo. Te amo, como lo amé a él y como amé a ése también. Me duele tu memoria grata, tu olor de palma, tu sabor a nata. Siento que esa noche fría de invierno en que por primera vez me diste un beso, mi primer verdadero beso [porque hubo otros antes, pero ninguno sincero], sucedió hace años, en otro tiempo, cuando el hombre no conquistaba estos terrenos. En cambio, la tarde posterior, esa tarde de cuchillos gruesos, cuando me explicaste que ese beso no fue un beso, que fue otra cosa, que no fue correcto... ese dolor en el alma, esa mirada vaga, tus murmullos extraños... eso lo siento vivo cada vez que te leo. Pero como todos, me dejaste algo bello, una lección, me diste una nueva razón para entender el misterio que rodea nuestros hechos. Como ellos, como cada uno, tu voz resuena en mi pecho, tus ojos inundan mis rezos, tu azar me palpita en los dedos... Es que a cada paso que siento se me muere este sueño, como cuando a él lo veo en fotos, o al otro él en mis recuerdos, así como a ti en tus trazos te leo y te vuelvo a llover. Porque igual que los ellos previos, y seguramente igual que los futuros, te fuiste de mí pero te quedaste cerca. Un poco, demasiado cerca, donde una letra mal puesta o una brisa ligera remueven mi destino y me renuevan ligereza, y mi cerebro se desconecta y te busca, una vez más, en todo lo que me rodea. Así que ahora, da la vuelta y no vuelvas, porque aunque te ruegue que no me dejes, que no me abandones, aunque te llame con mi voz frágil y enferma, esta vez soy yo la que no te quiere con ella. Nube de adictivas penas, retira de este llano tus venas, que tu sangre se vierta sobre otra condena. No suspires ni bebas, que mi aire te quedas, y si te lo llevas, no me quedará ni para un último suspiro, [el último respiro] y no podré gritar que te fuiste y sin embargo te quedas.
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