Intento fallido #1:
Escribir es fácil, sencillísimo. Redactar no tanto, pero tiene soluciones pasables. Lo complicado, la parte más espesa del proceso, es encontrar las palabras correctas. Creo que nunca las tienes realmente. Poner en letras un sentimiento o emoción es como contar las estrellas en una noche nublada. De pronto crees que la viste, estás seguro de que el puntito aquel es un astro, pero inmediatamente comprendes que es una pelusa en el telescopio. Conservas la sensación, no obstante, y sigues contando. Así es también como se construyen las relaciones sociales. Buscas desesperada e inconscientemente a alguien, lo buscas en cada sonrisa, en cada gesto, en cada sombra. Un buen día dejas de buscar, aparentemente lo has hallado. Unos minutos más y ya conseguiste una nueva amistad. Te sorprende seguir sintiendo dentro el vacío que sólo ese específico ser humano [el que buscas] puede llenar. Personalmente, yo siempre busqué un mejor amigo, mi propio equivalente al Laurie Lawrence de Jo March. Es una tontería andar por la vida comparando a todos con esa lista de virtudes que nunca dejas de repetirte. La idolatría no es sana, crea mitos y religiones que terminan por controlar y causar conflictos y tristezas. Me tardé en reaccionarlo. Pero un día como cualquier otro se hizo digno de marcar en el calendario mental que llevo desde mi primer vistazo en este mundo. La fecha se ha vuelto imprecisa y las palabras borrosas en la generalidad del suceso. Lo que sí recuerdo es mirarte caminar de regreso e invitarme a caminar. Con esa sonrisa, todas las estrellas del mundo y todas las letras que las forman súbitamente cobraron vida.
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Y ahí va el primer intento... ¡qué basura!
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