Sueña, sueña conmigo. Piensa en tus hijos, piensa en todo lo que te falta por hacer. No te rindas, escucha mi voz, sigue el sonido que te llama desde el fondo del abismo. Toma mi mano, sujeta entre los tuyos mis dedos blancos. No me sueltes, no me dejes ir.
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Amor, no te vayas, no me obligues a encadenarte con mis labios. Mi vida, date cuenta que si te vas yo muero, que sin ti no soy más que un jirón de cristal, que mis besos se marchitarán y en cenizas me derrotarán.
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Mi alma, si no te dejo ir nunca te volveré a tener. Mi amada, me queda tu recuerdo, tu esencia en cada objeto que tocaste; me quedo con tu aliento frío de invierno, con tus consejos cálidos y tiernos. Te tendré más que nunca ahora que te vas, y sin embargo, no te imaginas cuánto te extrañaré.
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Han pasado tantos años desde el día aquel en que comencé a dialogar con este trozo de papel. Mi mujercita linda, me has hecho falta. Perdóname porque me casé, porque me atreví a amar a otra vez. Nunca te olvidé, ni te reemplacé. Necesitaba seguir adelante, aún cuando deseé con todas mis fuerzas ser enterrado bajo la misma tierra, tuve que seguir adelante.
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Mi vida, mi alma, déjame ir; ya es mi tiempo. Tienes que comprender que si me voy no es por gusto, que me voy porque debo irme. Ella, de la que mucho te hablé al principio y muy poco al final, me está esperando para guiarme en el camino. Te amo, me aterra dejarte aquí, a sufrir lo que alguna vez sufrí. Algún día lo entenderás, como yo apenas estoy llegando a comprender.
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