A pesar de tu palabras bellas y de tu abrazo sincero, no puedo evitar soñar contigo, con tus labios, con tus ojos, con tu frente y con tu pelo... tu rostro de miel endulza los peores momentos, pero si no estás a mi lado los hace tormentos.
Mis rimas forzadas apelan a la grandeza de mi llanto interno. Tú sabes que te quiero, sabes que te adoro como a nadie jamás he amado. Sabes que necesito tus besos para sobrevivir. Sabes que nunca he esperado más de tí que tu deber de amigo.
Desconoces mis lamentos, sólo notas un leve cambio al que gustas llamar evolución. Es breve, no durará lo suficiente para olvidarte, pero durará lo suficiente para dejar de sentirte.
Quisiera perder cada fibra de mi ser, morir lentamente en los brazos de una llama eterna. Quisiera rasgar uno a uno mis tejidos, sangrar... el vital elixir escurriendo por encima de mi piel, fría y tensa.
El dolor físico supera al espiritual, cada segundo es esencial. Una lámina de acero acaricia los brazos que debieran ser tuyos. La blanca porcelana del lavabo se ensucia de rojo, como las gotas de vino derramadas en el mantel de lino albo... como el pétalo de una orquídea manchado de sol...
Un sol negro que se alza amenazante sobre nuestras cabezas... El viento balancea las hebras de mi cabello cobrizo y las estampa lánguidas en mi cara. Una gota de agua salada alcanza la comisura de mi boca [la boca que tú jamás rozarás], se confunde el sudor nervioso con las lágrimas que me saben a mar.
El piso se siente terso, acogedor... la pared de mosaicos verde olivo aparece difusa entre el humo que emana de mi cigarro. En unos minutos estaré lejos de aquí, viajando en carreteras largas y claras, de líneas amarillas y barreras negras. Me iré apagando despacito para nunca dejar de saborear el final...
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Ok, no sé que tal haya quedado eso, pero a mí me gustó.
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