miércoles, mayo 04, 2011

Cruzando la calle

¿Se acuerdan del señor aquél que una vez encontré en una papelería y escuché desembuchar una historia acerca de cómo una secretaría de gobierno le paga a televisoras y periodistas para mantenerlos a raya? Pues tenía mucho tiempo que el pobre individuo no pasaba por ahí.

Hoy se me ocurre darme una vuelta para imprimir y cabe la coincidencia (porque recuerden que esto no es la realidad) que el señor ha regresado. Estaba flaco y pálido, se veía enfermo. El tendero, que sigue siendo igual de chismoso y amigable, le preguntó que cómo estaba, que qué milagro, que por qué ya no venía si era de los mejores clientes del Melate. El pobre ex oficinista le respondió con un "Doy gracias de estar vivo y con eso tengo". Eso a cualquiera le para la oreja, ¿que no? Como la vez anterior, me hice mensa y puse mucha atención.

Resumo porque tampoco es denuncia (no hay pruebas y el pobre hombre yo creo primero le cortan un brazo que convencerlo de contárselo a las autoridades). Sus jefes le 'pidieron' que firmara un desvío por cerca de 800 millones de pesos. Él se negó. Los jefes le advirtieron "No es pregunta, es orden". Él enfáticamente se negó. ¿Qué siguió? Un secuestro de 72 horas en las oficinas de dicha secretaría (no las importantes, sólo una Dirección General Adjunta de algún rubro irrelevante), acompañado por tortura psicológica, ojos vendados, cero agua, cero comida. Mientras tanto - se enteraría después -, un grupo de pseudo judiciales hizo un par de visitas exprés a su familia (esposa e hijos) para amenazarlos, intimidarlos y destrozarles el negocio, una fondita.

El señor oficinista no se quebró, así que pasados tres días, lo metieron a una cajuela y fueron a botarlo por el Estado de México. Cuando pudo contactar a su familia, el hombre ya tenía parálisis facial, un ojo gravemente afectado y la presión arterial por los cielos. Afortunadamente y tras algunas intervenciones quirúrgicas, salvó todo... menos el empleo al que jamás regresó. ¿Por qué no denuncia? Porque está amenazado.

Y ¿qué pasa, una vez más? Que no hay pruebas, que es una historia que escuché contar a un señor que alguna vez fue más bien llenito y jovial y hoy se veía fantasmagórico.

¿Qué otra cosa pasa? Que uno no se imagina lo que sucede en aquel sencillo conjunto de oficinas que le quedan, literalmente, cruzando la calle.

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