martes, marzo 10, 2009

Ilusiones

Si pudiese ordenar un perfecto amor personalizado me quedaría en primer lugar con el duelo de espadas y la rosa cada catorce de febrero. Le sumaría la compatibilidad cinéfila y no podría faltar la megalomelomanía. Un par de enormes botas negras, paciencia y una voz de cafeína para la madrugada. También la sonrisa que ilumina días, las ganas de bailar en la fila del supermercado, la no-vergüenza de caminar por la vida en cosplay. Sería poeta y mago, apreciaría el arte, la lectura y a Remedios Varo. Lo pediría misántropo, no por egoísta, sino porque los misántropos que conozco entienden mejor al ser humano, por eso lo evitan. Simpático, de risa fácil y grandes ojos color caoba, de los que te abrazan con una mirada. Sería fanático de los chocolates, del agua de jamaica y de los helados (sería capaz de curarlo todo con un helado). No se quejaría de la cultura popular ni la separaría tipo Escuela de Frankfurt... sabría qué es la Escuela de Frankfurt. Disfrutaría ir a conciertos, a festivales, o a caminar por un parque. Me abrazaría en público y me besaría sin pedir permiso. Subiría al máximo el volumen de la radio y cantaría conmigo y para mí cualquier cantidad de canciones. Leería lo que escribo con un ojo crítico pero no como si lo leyera sólo por compromiso. Y si ese algo escrito fuera para él, no se limitaría a corregirlo, sabría acariciarlo. Tendría sus obsesiones y manías, incluidos los libros de ciencia ficción y fantasía... y el maquillaje para efectos especiales. Podría ser alto o de mi estatura, con cara de niño perpetuo y gestos de desvelado con energía de recién levantado. No se burlaría de mí (o se burlaría sólo lo necesario) y quizá se reiría de mis chistes de vez en cuando. Le encantarían los comerciales en la pantalla de cine, no se quejaría de la existencia de mi tornamesa y se emocionaría al comprar un dvd edición especial más por los documentales extra que por las escenas nuevas... alguien así, yo podría quedarme para siempre con alguien así. Nos enamoraríamos con la ráfaga de una metralla, con el ardor de un poema de Bécquer, con la pasión de Sabina con una pizca de Serrat.

Qué bonito es soñar despierta... pero qué triste es esperar.

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