domingo, agosto 30, 2009

365

La vida sigue. Siempre. Nada detiene al mundo. Incluso la luz de las estrellas vive, siglos después de que éstas mueren. Mi prosa alumbra, letra por letra, el camino parchado de mi noche vieja. No hay lluvia, es que allá arriba alguien dejó una llave abierta. El agua se pierde, se escurre infinita entre las banquetas, entre los pies de los que se van y la cara de los que se quedan. No me persigue el sabor de un beso, ni la voz de una canción, ni el peso de una mano sobre mi espalda. La piel me pica, el cuello me raspa, la sangre me quema, toda yo acaba de rozar una estufa recién apagada. Las ollas vacías, cada cuchillo en su lugar, las servilletas dobladas como cada pluma rota de las alas que apenas comienzo a recuperar. Corrijo: de las alas que apenas recuerdo desdoblar.

(siempre hubo algo en tu caminar... algo en el sonreír... algo en ese nunca callar, tan desquiciante y tan libertad)

miércoles, agosto 26, 2009

Instrucciones para leer Acróstico de Eternidad

Autora se deslinda de cualquier intento de poesía. Efectos secundarios recomendados: pesadez intelectual, náusea emocional, súbito e imperioso deseo de llamar al (o la) más reciente (o re-sienta) sujeto memorable invocado por las siguientes conjuras.

El descaro,
.      el impulso:
.            la lágrima -->
.                      el escudo

El quién
la única
el espejeo

la nieve
su olor

cada suceso
ninguna espera (nza)

tu vacío
toda alarma
.           y
nunca [j] amás

Así, también y cuando se les ocurra. Porque al fin, nada termina de partir. Siempre se queda, el punto mínimo, la cocción, el zarpazo de ebullición. Acróstico de nunca, de nada, de cuántas veces tengo que decirte que no es lo que pensaba(s). 
Y como con la herramienta básica, córtalo, destrózalo, arranca las letras, los versos, las medidas, los límites, los latidos. Rómpelo y vuelve a armarlo, como puedas, como DOS te dé a entender. Porque son necesariamente dos, o tres, o quince, depende ya de la capacidad de almacenaje de cada ventrícula: beat-beat-bat. ¿Cómo (te) late?

viernes, agosto 07, 2009

Y además me preocupa el bienestar de los grillos

Sí, ya sé que llevo una semana traumada con Doug Jones. I know. Pero ¿saben qué? me hace feliz. Es el tipo de sucesos que vistos en retrospectiva, te recuerdan que la vida de hecho es linda, y que no tienes tan mala suerte como podrías creer, y que existen ángeles en este mundo, aunque de repente se nos olviden... aunque Doug Jones es el tipo de persona que conoces durante 5 minutos y nunca olvidas. Particularmente si llevas una semana intentando deshacerte (es decir, meter en una caja en tu archivo interno) de la unwithering adoration y escribir un par de objetivos artículos sobre el simpático, amable, grato señor Jones y su conferencia en la ExpoComic 2009. Sí, evidentemente ya guardé la unwithering adoration. 
En fin, el punto es... uno de mis preciosos ángeles parte para Suecia el sábado en la noche. ¿Qué haré sin mi adorada Romeo? Tendré que sobrevivir, evidentemente. Y en la misma semana me notifican mi no-beca para Madrid... ¿cómo se repone uno de eso? Especialmente si te tuvieron en ascuas durante meses, y luego organizaron una ceremonia intercampus virtual y toda la onda, para decirte a nivel Sistema que tienen que morir o dimitir 3 personas para que puedas pisar la UAM en Enero-Mayo 2011. Pero bueno, en esa post-depresión ayudaron los Testículos del Rey, y las muy ricas provisiones aportadas por Oni san y Rebeca.
Además, ¿por qué no? La memoria infalible de unas manos angelicales y una vocecita sumamente amable que me llamó "sweetie pie" y firmó mi cuaderno favorito. Claro que después descubrir que si le hubieras dicho "Soy Ethne, de los foros de DelToroFilms" hubiera tenido un abrazo especial para ti y algunas palabras extra pues estaba, de hecho, al pendiente de tu aparición en la convención gracias a la intervención de la lindísima Hellmistress (su webmaster)... por supuesto que necesitas ahogarte en una cubeta. Pero vuelves a la realidad con la vista del mencionado cuaderno y de la foto que tienes de wallpaper, además, claro, del recordatorio de que son las 2:23 am de casi una semana después y sigues sin entregar tu artículo para Trecho Web, que a ver si no me lo mandan al diantre por lenta.
Por otro lado, saber que alguien te ha guardado dos muffins recién horneados, y que mañana verás a tu mejor amigo (ése que estudia medicina y puedo ver cada mucho tiempo, gracias a los blessed horarios incompatibles del doctor y la periodista) y se tomarán un café tras meses de extraña separación... eso sólo puede hacerme feliz. Y también, por supuesto, recordar que hace casi una semana fue la graduación de otro buen amigo, en Interlomas, y bailaste bastante y te divertiste mucho, porque además ibas con tu hermana.
Bien, rant of the day is over. Hace bastante que no posteaba algo con fines no literarios. Nota mental: deberé hacerlo más seguido.

jueves, julio 30, 2009

Si la nota roja hablara...

¿Arrepentimiento? No, eso no sirve conmigo. ¿Compasión? Tampoco. 

Cólera. Furia. Ira. Rabia. Enojo. 

Duda...                                                           
perhaps.

Como el clin-clin-clín del agua en mi espalda. Frío: el pavimento es mi cama helada. Comezón en la punta de la nariz, no alcanzo. El alambre me corta la piel de las manos (Podría, sin embargo, rascarme el coxis, a la altura de donde se cruzan mis brazos). Un breve parpadeo. No soy yo, es el farol quebrado a un par de metros. YO ya nO parpadeO.

Pasitos. . . . . . _ . . . _ [si pudiera respirar, suspiraba] ¿ayuda? no. rata. Señora Rata. Con ratoncitos. Quién dijera... ayer pude ser una princesa. Ahora me miro a mí ya-no-yo-misma desde la otra esquina. Acurrucada entre chatarra. Bocabajobocabierta+maniatada+semivestida. Empapada. Clin-clín las gotas del canalete sobre mi espalda. Triste. Si pudiera, lloraba. 

Pero ya no me salen las lágrimas.

lunes, julio 27, 2009

Reencuentro (esa inspiración madrugadora)

Camino entre rocas, casi flotando sobre alfombra azul. Se dispara una alarma, ¿fuego? No… las paredes tiemblan, una nube me atrapa mientras intento alcanzar el interruptor. Si lo toco las sirenas guardarán silencio. Y recuerdo tu voz en el viento, “no, nunca atiendas el canto de las sirenas”. Lucho contra las ramas, el bosque me ahoga, las rocas me cortan la piel, casi lo alcanzo. No puedo respirar. Un dedo, con una yema basta. Resbalo, me estrello contra el suelo y el corazón se me abre en mariposa, como camarón frito. Abro los ojos, la alarma no se calla. Huyo de las cobijas y levanto mi teléfono celular, la pantalla encendida, foquitos titilando, llamada entrante. Contesto.

“Hola, ¿cómo te encuentras?”
Quiero vomitar. Ésa sería una respuesta sincera.
“Bien, gracias ¿y tú?”

Miro el reloj, la hora de las brujas. Tu cara del otro lado del teléfono se me presenta opaca, no distingo los rasgos; pero tu miserable sinfonía me retumba en la espina como un escalofrío consciente. Conversamos. No sé qué dices, yo todo lo respondo en piloto automático. Quizá hubo un abrazo, saludos, tal vez sólo un adiós. Trivialidades. No siento el mundo, únicamente el tirón de la sábana enredada en mis pies y el contacto del auricular en el lado izquierdo de mi cara. Hacía por lo menos dos años que no te escuchaba. Podríamos encontrarnos en la calle sin reconocernos, a lo mejor coincidir en la fila del súper sin darnos cuenta. Pero el tono, la inflexión, el ritmo, incluso la estática… pasan los años y es una huella que no se olvida. Embona tu tempo con mi oído. No puedo respirar.

“Hasta pronto, cuídate mucho”

Se dispersan tus palabras antes de tocarme. Cuelgas. Perplejidad. ¿Sorpresa? Más bien desconcierto. Lo intento pero no me duermo. Me levanto y camino hacia la puerta. No, tú no. Todo vuelve despacio. Auto. Alcohol. Las tres de la mañana ya no son la hora de las brujas, son la hora del diablo. Asfalto. Nunca atiendas el canto de las sirenas. Tu voz deshojándose en la oscuridad. Dos años. Cruces. Flores blancas. Sirenas. Asfalto. Alcohol. Auto. Tu manejas. De pronto ya no. Alfombras azules. Sombras negras. Sangre. Tu sangre. La mía. Dos años. Sorpresa. Tú no. Intento despertar, no puedo. Las cobijas me atrapan, me sofocan. Una alarma, ¿fuego? Y cada sílaba en el viento, apretando, exprimiendo mi tráquea. No puedo respirar. Solamente percibo el sonido incesante de un rezo. Tu voz, tu voz en el viento.