Entonces llegas tú con tu sencillez, sin pretensiones, con la pura sinceridad del atardecer más bello que no he visto en mi vida pero que ya no sale de mi cabeza. Dieciséis líneas y me haces puré. De nada me sirven la teoría ni la estructura ni los talleres, concluyo que ¿cuál es el punto si con tanta letra y tanto arreglo no hay forma de conseguir un sentimiento tan evidente, tan inmenso, tan de cristal, tan completo, como el que me despierta leer esas ciento cuarenta y cuatro palabras? Sí, las conté.
Así, ¿cómo escribo? ¿cómo vuelvo a abrir todos los documentos, los intentos fallidos por contar una historia que es tan grande como ese atardecer? ¿cómo pongo en palabras una historia que es toda música y toda ella gira, podría decirse, en torno a una sola canción que se repite, interminable, en momentos precisos de nuestras vidas?
Escribes y te es tan fácil que me da envidia. Yo quiero evocar toda una vida, como hiciste tú hoy con esa última línea antes de la frase de despedida.
1 comentario:
No seas modesta Ethneliane, que tú sabes que escribes muy bien.
Jaja.
¡Saludos!
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