Estoy nerviosa como si fuera el primer día de la universidad. Un buen amigo me hizo notarlo hace unos minutos. No es el primer día de clases de la carrera, pero sí es el último primer día de clases de nuestra educación pre Maestrías y Doctorados. Luego vamos al mundo real.
Una amiga adorable, pequeñita de tamaño pero muy grande en otros sentidos más abstractos, me sacó un par de lágrimas con un correo acerca de esta recta final. No es que quiera ponerme sentimental y cursi, pero de verdad es muy extraño esto. He vivido siete años de mi vida en esta escuela. He vivido muchas cosas a partir de ella. He conocido a gente increíble; algunos se han ido, otros se diluyeron en la historia, pero otros se quedaron y los agradezco infinitamente.
Este semestre, gracias a la magia de las materias de tronco común, llevaré clase con algunos de ellos. Tristemente no se podrá con todos, pero otras mágicas coincidencias nos dieron horarios similares y podremos encontrarnos aunque sea para un café... o un abrazo de casi-despedida.
Can't help it, doomsday's coming. Esta entrada es sólo un pequeño respiro antes de lanzarnos al agua. Las bocanadas vendrán en parciales y el calambre llegará por ahí de los exámenes finales. Cruzaremos la meta cerca del 7 de diciembre. Para entonces habrá un texto largo, lloroso y alegre. Habrá menciones específicas y chistes locales. Habrá música.
Y habrá muchos buenos deseos.
Por ahora, que quienes empiecen clases este 8 de agosto tengan un buen semestre. Quienes, como mis amigos y yo, vivirán su último primer día de clases: disfruten cada minuto. Aunque tengan una materia o dos o tres, disfruten. Porque el semestre se irá rápido. Como se nos han ido estos años de universidad.
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