sábado, diciembre 26, 2009

Mi Libro-Guía

Desde que salí de vacaciones empecé a debatirme sobre qué leer en estos raros días de relativa tranquilidad. Tengo identificados por lo menos 6 libros pendientes (más 2 iniciados y en pausa). He leído mucho cómic últimamente (todo New X-Men, un volumen de Daughters of the Dragon, el primer número de Daytripper y mucho Neil Gaiman) y tengo en espera 22 horas de Broken Saints. Y sin embargo, encuéntrome leyendo el único que libro que he leído unas 20 ó 30 veces en los últimos 17 años.

Aprendí a leer en el kínder. Un día mi mamá llegó con un libro delgadito, blanco, de tapa blanda y ligeramente plastificada. Se titulaba Mujercitas y lo había escrito una señora Luisa M. Alcott. Me lo compró en una feria del libro a donde había tenido que ir por parte de la empresa donde trabajaba. Fue mi primer libro real (es decir, sin dibujitos). No tengo muy claro por qué mi mamá decidió que era buena idea comprarme ese título en particular, ni he preguntado nunca por qué mi mamá le trajo a su niña de 4 años un libro y no un juguete [aunque a) mi mamá siempre ha acertado en los obsequios, y francamente éste ha sido uno de los más importantes de mi vida, y b) En mi casa los libros, la música y el cine siempre han sido los principales juguetes]. El punto es que empecé a leerlo... y no lo solté, literalmente, hasta terminar.

Así fue como a los 4 años de edad decidí que sería escritora. También decidí que mi modelo a seguir sería Jo March y que algún día tendría un mejor amigo como Laurie Lawrence. Empecé a tomar prestada la máquina de escribir de mi hermano y me hacían favor de bajarla al comedor, subirla a la mesa y colocar dos cojines en una silla para que pudiese sentarme y alcanzarla. Si hubieran intentado enseñarme mecanografía desde entonces hoy escribiría más rápido, en vez de usar los dos o cuatro dedos con los que ataco el teclado. Mi mamá me daba hojas de doble uso y yo narraba -con la habilidad y vocabulario propios de una niña de 4 años- bailes, visitas y paseos campestres en los que Cassandra (personaje de mi creación) convivía con los March y los Lawrence. No sé en dónde habrán quedado esas pequeñas historias, pero sería lindo encontrarlas ahora.

Releí Mujercitas tantas veces que mi hermano optó por esconder mi destartalado libro. Lloré y me frustré tanto que un día que andábamos por la calle de Donceles (paraíso del libro viejo) mi mamá me compró una edición viejita (como de 1945). Ahí comencé una de mis múltiples manías coleccionistas: tengo cuatro ediciones de Mujercitas en español (una de ellas una versión infantil muy linda y viejita que mi madre me consiguió hace unas semanas y otra la de Porrúa que es la única en castellano que tiene incluida la segunda parte de la novela), una de Hombrecitos, las obras completas de Louisa May Alcott en idioma original (una colección que encontré serendípicamente en un bazar de libros y que me costó la módica cantidad de 100 pesos por los 7 libros... que además me encantaron), una edición infantil del libro de cuentos Los Cuentos de la Tía Jo, el DVD de la película de 1933 con Katharine Hepburn como Jo y Douglas Montgomery como Laurie y el DVD de la película de 1949 con June Allyson como Jo y Elizabeth Taylor como Amy. ¿Por qué no tengo el DVD de mi versión favorita que es la de Winona Ryder como Jo y *sigh* Christian Bale como Laurie? No lo sé.

Mujercitas fue el libro que siempre leí, hasta hace un par de años en que por alguna razón misteriosa dejé de revisarlo. He conocido muchas Meg, Beth y Amy en estos 17 años de conciencia literaria. He conocido Josephines más March que yo. Mi incesante búsqueda no ha sido por un príncipe azul (porque esos cuentos nunca me hicieron mucho eco) sino por un mejor amigo como lo fue Laurie para Jo. He conocido John Brookes y Ned Moffats, he conocido a más de un Laurie Lawrence que de alguna manera siempre es distinto del anterior pero encaja con y generalmente supera las expectativas. Tengo a la Marmee más hermosa del mundo y a un capellán un poco frustrante pero excelente padre. Tengo un hermano que nada más no tiene absolutamente nada que ver con Mujercitas pero a quien le debo la otra mitad de mi educación emocional-intelectual-literaria a tan corta edad. Siempre encuentro una palabra de consuelo en las páginas de esta novela. Siempre encuentro un pedacito de sabiduría práctica y de reflexión filosófica en las domésticas aventuras de las cuatro hermanas March. Hay problemas y situaciones que, por supuesto, no tienen nada que ver con la trama ni el contexto de la historia, pero aún así me despiertan ese algo que me faltaba para comprender y tratar de ser una mejor persona.

No estoy segura de por qué escribo esto. Tal vez darme cuenta que se me acaba la década y que ya tengo 21 años y debo comportarme como adulta. Tal vez una necesidad psicológica por reinterpretarme desde una perspectiva más de grown-up y menos de teenager, porque eso ya se quedó atrás. Tal vez haber despertado el 24 de diciembre con un muy sólido sentimiento de indecisión e inseguridad que me hizo dudar de quién soy, por qué soy así y qué quiero de mi vida. Tal vez darme cuenta que no ir a Yale este verano no es la peor tragedia de mi vida. Tal vez pensar que hace menos de un mes estuve en un accidente en el que todo pudo haber salido mal (y ésa sí hubiese sido la peor tragedia de mi vida). Tal vez reaccionar que en estas épocas uno no puede ser escritor "y ya", que el México del 2009 no es el Estados Unidos de 1868 y que hacer carrera como periodista será lo más cercano que tenga a hacer carrera como "autora". No lo sé con certeza. Pero quiero pensar que releer Mujercitas estas vacaciones me servirá para más que revivir viejos tiempos. Llevo 7 capítulos y ya siento que comienzo a reencontrarme, a volver a comprender por qué he tomado algunas de mis decisiones, a recordar qué busco en las personas y por qué insisto en ver el lado bueno de la gente a la que generalmente se le ve el lado malo. Por qué me gusta escribir y por qué ir a Connecticut y a Nueva York sigue siendo uno de mis más grandes deseos. Por qué he buscado durante tantos años a mi Laurie Lawrence y por qué creo que el amor es más real cuando nace de la amistad.

Por qué soy yo y cómo fue que la decisión de mi mamá de regalarme Mujercitas a los 4 años detonó y nutrió gran parte de quién soy ahora, domingo 27 de diciembre a las 00:13, unos días antes de terminar el 2009.


**Quiero aclarar que Mujercitas no fue lo único que leí en esos años de infancia: también conocí a Oliver Twist, Tom Sawyer, Huckleberry Finn, Robinson Crusoe, Los Tres Mosqueteros, Cuento de Navidad, los clásicos infantiles, El Príncipe Feliz, El Ruiseñor y la Rosa, etcétera. Además de las colecciones de tiras cómicas de Charlie Brown y Mafalda que mi familia conserva. También, claro, conocí a los buenos de Quiroga y Poe, que mi hermano me leía antes de dormir (el aspecto menos convencional de mi mente trastornada se lo debo a que cuando el Bicho me cuidaba, en vez de leerme algo así como los cuentos de Barbie, me leía La Gallina Degollada, El Almohadón de Plumas, o El Cuervo... o ponía un cassette con la voz de no-recuerdo-quién que leía alguno de esos tres textos). A los ocho años me gradué un poco de los clásicos infantiles, con la lectura de Como Agua para Chocolate y Cien Años de Soledad. En momentos siento que fui un poco en reversa... primero esas novelas y hasta la secundaria Harry Potter y El Señor de los Anillos. Últimamente me ha dado por los cómics.

domingo, diciembre 06, 2009

Diálogo hospitalario

A (por radio): Uno. Dos. Tres. ¿Dónde está el cuarto? Repito. ¿Dónde está el cuarto?
B (por radio): No tenemos registro de su ingreso. Ni una palabra.
A (por radio): Pero sabemos que falta, ¿no?
B (por radio): No estamos seguros.
A (a su alrededor, sin dejar de llamar por radio): ¿Alguien vio señal de un cuarto?
C: No.
D: No señor, nadie. ¿De dónde dice usted que hubo otro?
A (a los subalternos y al radio): El menos peor lo dice.
B (por radio): ¿Qué dice?
A (a todos): "Éramos cuatro" y nada más tenemos tres.
B (por radio): Voy a preguntar en el anfiteatro.
A (por radio): Espero noticias.
C: Señor, si el que está preguntando se despierta, ¿qué le decimos?
A: Vuelvan a dormirlo y reporten conmigo.
D: ¿Y ellas?
A: Está difícil que se despierten. Ésta hasta después de cirugía, la otra como en doce horas.
C: ¿Sabe si ya le avisaron a algún pariente?
A (saliendo del pabellón): Cosa del trabajador social. Si tienes tiempo ve y preguntas.
C: Sí señor.
D: Chale... están bien chavitos.
C: Ni tanto, ni tanto.
D: Pero igual, ve cómo quedaron...
C: ¿Qué fue?
D: Se volcaron.
C: Seguro venían borrachos.
D: Ni una gota, nada de alcohol. Quién sabe si el cuarto.
C: ¿El que no aparece? P's igual y tampoco... venían juntos, ¿no?
D: Sí.
C: Ya ni te apures. Si neta eran cuatro luego lo encuentran.
D: P's sí...
A (regresa al pabellón): ¿Ha vuelto a hablar aquél?
D: No señor.
B (por radio): Joven no identificado. Alrededor de veinte años. Arribando.
A (por radio): ¿Nuevo? ¿ya encontraste a mi cuarto?
B (por radio): Tu cuarto, creen. Accidente, dos a-eme. Volcadura. Estaba en traslado, iban pa' otra clínica.
A (por radio): ¿Cómo viene?
B (por radio): Directo al anfiteatro.
A (a subalternos): ¡Carajo!
B (por radio): ¿Mande?
A (por radio): Ahí voy.
C: Señor, ¿y ahora?
A (saliendo del pabellón): P'ts... si se despierta aguántense. Ahorita subo.
D: Sí señor.
C: Madres... qué joda.
D: Y tan chavitos.
1 (ronco): Éramos cuatro...