lunes, julio 27, 2009

Reencuentro (esa inspiración madrugadora)

Camino entre rocas, casi flotando sobre alfombra azul. Se dispara una alarma, ¿fuego? No… las paredes tiemblan, una nube me atrapa mientras intento alcanzar el interruptor. Si lo toco las sirenas guardarán silencio. Y recuerdo tu voz en el viento, “no, nunca atiendas el canto de las sirenas”. Lucho contra las ramas, el bosque me ahoga, las rocas me cortan la piel, casi lo alcanzo. No puedo respirar. Un dedo, con una yema basta. Resbalo, me estrello contra el suelo y el corazón se me abre en mariposa, como camarón frito. Abro los ojos, la alarma no se calla. Huyo de las cobijas y levanto mi teléfono celular, la pantalla encendida, foquitos titilando, llamada entrante. Contesto.

“Hola, ¿cómo te encuentras?”
Quiero vomitar. Ésa sería una respuesta sincera.
“Bien, gracias ¿y tú?”

Miro el reloj, la hora de las brujas. Tu cara del otro lado del teléfono se me presenta opaca, no distingo los rasgos; pero tu miserable sinfonía me retumba en la espina como un escalofrío consciente. Conversamos. No sé qué dices, yo todo lo respondo en piloto automático. Quizá hubo un abrazo, saludos, tal vez sólo un adiós. Trivialidades. No siento el mundo, únicamente el tirón de la sábana enredada en mis pies y el contacto del auricular en el lado izquierdo de mi cara. Hacía por lo menos dos años que no te escuchaba. Podríamos encontrarnos en la calle sin reconocernos, a lo mejor coincidir en la fila del súper sin darnos cuenta. Pero el tono, la inflexión, el ritmo, incluso la estática… pasan los años y es una huella que no se olvida. Embona tu tempo con mi oído. No puedo respirar.

“Hasta pronto, cuídate mucho”

Se dispersan tus palabras antes de tocarme. Cuelgas. Perplejidad. ¿Sorpresa? Más bien desconcierto. Lo intento pero no me duermo. Me levanto y camino hacia la puerta. No, tú no. Todo vuelve despacio. Auto. Alcohol. Las tres de la mañana ya no son la hora de las brujas, son la hora del diablo. Asfalto. Nunca atiendas el canto de las sirenas. Tu voz deshojándose en la oscuridad. Dos años. Cruces. Flores blancas. Sirenas. Asfalto. Alcohol. Auto. Tu manejas. De pronto ya no. Alfombras azules. Sombras negras. Sangre. Tu sangre. La mía. Dos años. Sorpresa. Tú no. Intento despertar, no puedo. Las cobijas me atrapan, me sofocan. Una alarma, ¿fuego? Y cada sílaba en el viento, apretando, exprimiendo mi tráquea. No puedo respirar. Solamente percibo el sonido incesante de un rezo. Tu voz, tu voz en el viento.

1 comentario:

Jorge Tirzo dijo...

¡Vamos! Dilo conmigo...

SEEEEEEEÑOOOOOOOORIIIIITAAAAAAAAAAA MAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARCEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!!!!!!!!!!!!!

=D Na-da-remos! Na-Da-Remos! =D En el mar el mar el mar! =D