A cualquier hora y en todo lugar, las esquinas de cada página se doblan para recordar. No sé si es pura ilusión o si de verdad existimos los dos, tal vez seas sólo un figmento de mi desilusión. Viene el 14 de febrero y de nuevo nos preguntamos hasta dónde pdoremos llegar. La idea es, justamente, encontrar nuevos límites en este destello y fabricar nuevas razones para romperlos. No dudes, no cuestiones más el espíritu del lamento general. Vienen días de paz (ajá), de tranquilidad (sí, cómo no), te juro que estaremos bien y venceremos (¿por qué no te creo?).
No, ya no. El tiempo sigue corriendo, cállate. No digas más, te hundes con cada letra. Pero por qué me juras fidelidad, mejor no me jures nada. Guárdate las promesas, no aparentes si no estás dispuesto a concretar. No es cuestión de populismo, no soy un pueblo desesperado y tú definitivamente no eres un líder perfecto, moldeado para solucionar mis conflictos.
Tú eres mi mayor conflicto.
Ni la propaganda, ni el amor, ni el poder, ninguno es juego de niños. Pero contéstame, dame una señal de vida, no podemos jugar más.
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