Es la tercera vez que inicio este post. Mis dos primeros temas fueron a) el alza de precios y sus consecuencias sobre mi economía familiar y b) el Desfile de las Rosas en Pasadena, California. Acabo de colgar el teléfono y ahora es una historia completamente distinta.
Quisiera escribir sobre la familia, pero no sobre la biológica. Existe una gran diferencia entre la familia sanguínea y la no sanguínea, además de la obvia. Sucede que a los padres, hermanos, primos, etcétera uno no los elige, te tocan y te amuelas (o bueno, no necesariamente te amuelas, pero entienden a qué me refiero, ¿cierto?). Con la otra familia (los amigos) uno tiene mayores posibilidades de elección... no siempre, quiero aclarar, porque a veces las circunstancias te ponen a las personas y nada más no tienes cómo quitártelas de encima, y al final, cuando te das cuenta, ya se han convertido en miembros importantes de tu vida. Pero el asunto es que con los amigos uno construye una familia alterna, a quienes también apoyas en las buenas y en las malas, a quienes a veces odias pero la mayor parte del tiempo adoras (a pesar de todos esos errores y defectos que uno es tan bueno para encontrar en cualquiera menos en uno mismo).
Supongamos que existe un grupo de personas a quienes quiero muchísimo; supongamos que a una la conocí en el kínder, a otra en la primaria, a dos en la secundaria y a uno más bien por ósmosis hace como tres años. Supongamos que uno de ellos en algún momento decidió que parte de la dinámica de grupo era ser como mi hermano. Supongamos que fue una de esas personas que la vida te pone al lado y por más que intentas no consigues quitártelas de encima. Supongamos que cuando creí que me había desecho de él lo inscribieron en mi secundaria. Supongamos que yo tuve la culpa de involucrarlo con estas personas a quienes quiero tanto. Supongamos que todos aprendimos a quererlo... pero después se convirtió en un problema.
Dejemos de suponer.
Tienes un amigo que confía en ti literalmente como si fueran hermanos; conoces a sus padres y te tratan como si fueras parte de la familia. Él y tú pelean mucho: a veces discuten, otras solamente se gritan y unas cuantas hay combate real involucrado. Aprendes a leerlo, sabes cuándo miente y cuándo no, aprendes a manejarlo, diseñas métodos de tortura psicológica para traerlo de vuelta a la realidad... un día descubren que sus conflictos no son trastornos de conducta simples, sino consecuencia de un conflicto neurológico grave. Pasan los meses y los años y miras cómo se mete en lío tras lío tras lío. Aleja a sus amigos, a su familia... Inventa cualquier cantidad de mentiras y además las pone en práctica. Desaparece durante días y ahí andas de idiota buscándolo por todo Pericoapa; cuando lo encuentras le das cobijo y comida. Se normaliza por unos meses y después vuelve a irse, esta vez más lejos. Eventualmente regresa y su primer reencuentro tras la última aventura tiene como escenario el pabellón IV del Instituto Nacional de Psiquiatría.
Todos tenemos un límite.
Bottomline es que se trata de una persona conflictiva y potencialmente peligrosa, a quien ya te cansaste de excusar y de cuidar. No contestas sus llamadas, aplazas el café o el cine o cualquier tipo de salida, te vuelves cortante... una noche te llama y no quieres responder porque sabes que seguramente se metió en otro problema del cual quiere que lo saques. Ni modo, lo acostumbraste. Pero no... quiere un consejo. Necesita escuchar tu voz: la de quien siempre ha estado con él, quien lo conoce mejor que nadie, quien sabe modular los regaños, quien mide su fuerza antes de soltarle una cachetada de realidad, la única persona a quien quiere y respeta lo suficiente para escucharla y de hecho poner en práctica sus consejos. Hablas con él, lo tranquilizas, le dibujas las posibles rutas de su conflicto, no le prometes que todo estará bien porque sabes que no es cierto. Te da las gracias, te dice "te quiero hermanita" y cuelga.
La verdad es que quisieras no haber conocido al tipo. Quisieras haber estado en tu salón o que hubiesen llegado temprano por ti el día en que los presentaron. Quisieras no haber intercambiado números telefónicos. Quisieras no haber vuelto a encontrarlo ese primer día de 3o de secundaria. Quisieras haber ignorado sus saludos e intentos por integrarse con tu grupo de amigos. Quisieras... porque la verdad es que desde entonces has tenido miedo de perderlo. No como has perdido a tantos amigos ni como has temido perder a quienes todavía están contigo. El problema con este chico es que es una sanguijuela que sólo se pierde cuando la aplastan. Peor... es una sanguijuela propensa a lanzarse frente a las enormes botas de su propia estupidez. ¿Cómo proteges a alguien de sí mismo? Porque además ni siquiera es problema tuyo. Sólo resulta que te hiciste amiga de una persona así y que por azares de la vida comparten el primer apellido (situación sumamente irónica y moderadamente graciosa cuando recuerdan la duda de las profesoras en la secundaria "¿entonces sí son hermanos?"). Pero en términos reales, si vive o muere no tiene absolutamente ninguna relación contigo.
Excepto que se trata de uno de los miembros de esa bendita familia alterna y que aunque estés harta de su bestialidad, no puedes evitar quererlo. (Porque además tienes cierta propensión a fascinarte con las causas perdidas).
¿Qué haces? ¿Lo dejas que viva su vida, sólo ofreciendo una mano de vez en cuando, por si las cosas "se ponen feas"? Sí. Es la respuesta correcta, creo. No puedes abandonarlo, eso va en contra de tus creencias y de tus sentimientos. Va en contra de tu código de honor. Sabes que hay bondad en él, que hay un corazón inmenso pésimamente calibrado. Sabes de lo que es capaz. Y sabes exactamente cómo se siente él cuando se siente solo... y sabes que nada bueno resulta de ese sentimiento. Sólo quieres que esté bien, que enderece sus pasos, que sea convierta en la gran persona que podría ser. Quieres que las reuniones de amigos se repitan, que ellos vuelvan a interesarse por él porque él todavía los quiere y los considera parte de su familia...
Uno no siempre elige cómo llegan los amigos... ni cómo se van... sometimes I like to feel you just hold on for as long as you can...
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