Esta noche el metal gótico me sirve de lugar feliz. Me escondo en las cuerdas del violín y sueño. Vivo una vida distinta dentro del onirismo etéreo que evocan en mis uñas las notas y la voz de una perfecta desconocida que esta noche besa cada centímetro de mi cara.
Mis pupilas se disuelven en los brazos cansados de una sombra sólida sentada a mi lado. La penumbra oculta su mirada de la mía, pero reconozco la tibieza de las palmas y esa ligera raspadura en la respiración. El cielo llora sobre todos nosotros, por nuestra propia causa. Levanta una mano y la coloca sobre mi frente, movimiento agresivo colmado de dulzura. Suspiro una dos cuatro veces, y con el aliento se van los cánceres que me pudrían el alma. El universo se me revuelve en la garganta y me golpea los párpados, tiemblo. La música huye de mis audífonos y ocupa el aire, puedo verla elevarse como el humo de mi primera bocanada de tabaco.
El pesar se me desliza hasta las rodillas, lentamente recupero una paz que no sentía desde el principio de la eternidad. A mi lado, la sombra recarga su cabeza sobre mi hombro y coloca uno de sus brazos alrededor de los míos. Me encadena a sus latidos y puedo sentir su sangre pulsando entre mis labios. No hay frío. Tampoco calor. Sólo una niebla plateada que me infla los pulmones.
Abro la boca y la música me llena la lengua con café tostado, esa voz aguarda el momento oportuno para abrazarme de nuevo. Se acerca, cautelosa, para no perturbar mi sueño. Siento las puntas de sus dedos rascándome la nuca, amorosas. Lejos escucho el rugido afable del trueno, sus luces blancas juegan y me invitan a bailar. No reúno fuerza para levantarme. Shh, shh. Calla, recuéstate y déjame arrullarte. Dimito. Me pierdo en el ciclón pacífico de mi sombra, me dejo caer con sus alas acariciando mi espalda.
Duermo... profundo. Un murmullo en la oscuridad. Los ojos brillan, trémulos, una vez más. Se terminó el dolor.
1 comentario:
Ethneliane:
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¡Salud!
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