Nadie sabe en realidad cómo suceden las cosas. Una tarde estás bien, al rato desapareces, cuando regresas ya todo cambió. Un parpadeo, un breve cliché, un figmento de minuto, un montón de segundos del tamaño de una ola. El mar te arrastra en la arena. La noche sigue siendo una rima sin verso. Tu esperanza es la mirada de una gata en celo, pero la primavera no cambia: pronto llegará la temporada de caza. La próxima vez un rifle nuevo, presa de novedosos miedos, pero igual se pudrirán tus pestañas.
El planeta gira, no se detiene si caes. Te levantas cuarenta veces y cuarenta más te arrastras en una marisma de mugre, ocio e intertextualidad. No entiendes tampoco. Lees mis palabras sin dejarlas penetrar tu sistema nervioso, bloqueas las entradas con lágrimas espesas de mercurio roto. ¿Cuál es el punto? Sangro cada risa leyendo el mismo poema sin final. Y sin embargo nada es igual, cada letra es sí misma pero es otra porque significa algo para alguien que ya no soy yo ni eres tú ni es nosotros ni será de nuevo quien hoy se llama como ayer ya no era su nombre.
Ciao. Cuatro letras, algunos trazos sobre la funda de polvo que cubre asfixiante nuestro hace un año o dos o ya volví a perder la cuenta de los meses, de las supernovas perdidas en cada ojo tuyo, de los suspiros en tus espinas y la miel envenenada de tus pétalos. El olvido se aferra a las espadas, a las flores de papel destiñéndose oxidadas por los repuestos de corazón que cada día una fuerza ajena a nosotras prepara. Busco en mis yemas tu aliento, en mis labios tu voz, arranco de las paredes la cal con que esa noche te pinté una cruz. Grito al jardín de las delicias con mi alma entre las piernas y la fe hasta las rodillas. Devuélvanme la oportunidad perdida, devuélvanme el rosal entero que quiero ahogarme entre sus ramas.
Si no fueras tú y no fuera yo, si las tablas de la ley y los siete pecados y el arca de la alianza y el santo sudario y los mártires y los santos no se opusieran a tu canto de cánticos, si el pulso de mi sistema no respondiese a todos mis sueños destronados. Si tú, corona de mis verdades, plegaria de entre osarios y cristales, no emanaras el centro de mis constelaciones, esta noche yo absorbería tus temores.
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