domingo, junio 21, 2009

Después de la tormenta

Se me perdieron dos historias en el sueño. Literal, dos noches seguidas, por mensa no anoté las placas y al amanecer había olvidado todo. Una vuelve, creo. Se llamaba De Tláhuac a Zaragoza. Un viejito arrastra un costal, recoge latas, botellas vacías, cartón. Así iba, más o menos. Ahora recuerdo.
La luz va y viene, me niega el placer, regresa para burlarse de mí. Ya no llueve, pero el rugido del refrigerador se chupa las migajas eléctricas que corren por la casa. El foco a media capacidad me mira agónico, luchón, con ganas de apagarse pero sabiéndose obligado a esperar. Yo no quiero bajar el switch.
Me quedo a oscuras. Un zumbido ronda la habitación, recorre el sistema nervioso del hogar. Suena a un millón de grillos llorando en la eternidad. Es mi señal. Me voy.

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